Cincuenta y un días antes de que el Premio Nobel de Literatura ciñera de laureles al escritor colombiano Gabriel García Márquez, en Ciudad de México, en una casa con antejardín del sector de Mandalay (suroccidente de Bogotá), el joven médico santandereano Édgar Ruiz Luengas, abría las puertas de la Clínica del Occidente. Era el 2 de septiembre de 1982.
"Por eso digo que si Gabriel García Márquez alcanzó la gloria con Cien años de soledad, yo aspiro a prestar 100 años de servicios hospitalarios a la comunidad", manifiesta el galeno, hoy de 72, apoltronado en la sala de juntas de su institución, con bata blanca y tapabocas, y un cuadro de Paul Gauguin a sus espaldas.
Ruiz Luengas se graduó como médico cirujano de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, célebre por haber tenido entre otros pilares de la docencia a los doctores José Félix Patiño, eminente cirujano, y a Héctor Reverand, destacado internista.
"De esos Inolvidables años de estudio en la Nacional (resalta el doctor Ruiz), es que se pone de moda el dicho de que había que 'quemarse las pestañas' para pasar las duras pruebas, por el rigor y la disciplina que impartían los profesores, y más en una carrera tan cuidadosa y responsable como la Medicina. También fueron los tiempos agitados de la Ciudad Universitaria, que recibía a estudiantes de distintas regiones del país, y de las consignas y arengas de la revolución en marcha, y los constantes enfrentamientos con la fuerza pública".
El año rural lo hizo en Pacho y en Zipaquirá, y luego instaló su propio consultorio en Kennedy, donde alternaba las consultas de su despacho con las visitas médicas a donde fuere requerido, maletín en mano, hasta hacerse a un amplio círculo de pacientes por el voz a voz, que consolidó la entrañable figura del "médico de cabecera", profesional-amigo al que se le brindaba un trato afectuoso, de tú a tú, como a un miembro más de la familia.
Casa de familia
En 1980, el doctor Ruiz fijó su proyecto de crear una institución hospitalaria, iniciativa que compartió con su señora esposa, doña Clara Lucía Lucena, administradora de empresas, quien lo ilustró en los procesos organizacionales, y le sugirió, para abonar en conocimiento del tema, inscribirse en un diplomado que cursó en la Universidad de los Andes.
Hecha con juicio la tarea, vino el asunto más complicado, el de la financiación: calculadora, recursos de aquí y de allá, ahorros, la venta de su automóvil, y las expectativas a todo vapor para ubicar la sede. La encontró en una casa en venta, de dos plantas, amplia, en la avenida de Las Américas, cerca de la avenida Boyacá, propiedad del magistrado de la Corte Suprema de Justicia Mariano Alberto Rodríguez, quien al ver el ánimo y el impulso del joven médico por concretar su ilusión, lo relacionó con un amigo suyo, gerente de la desaparecida Corporación de Ahorro y Vivienda (CORPAVI), para trámites de financiación.
Ruiz Luengas, oriundo de Puente Nacional (Santander), tenía apenas 32 años cuando abrió las puertas de la Clínica del Occidente, que inició con dieciocho camas hospitalarias, tres salas de cirugía, laboratorio clínico y de rayos X. Como anécdota simpática, refiere el especialista la rogativa de la esposa del magistrado para que conservara las rosas de su jardín, que con tanto esmero había cuidado toda la vida.
Justo el día de la inauguración, comenta el cirujano, atendieron la primera paciente de maternidad: doña Herminia Atuesta de Núñez, cuya hija terminó siendo enfermera de una clínica de la Florida, y que para los treinta años de la celebración de la Clínica del Occidente, fue invitada y reconocida con una placa honorífica.
Sin bajar la guardia
En su etapa inicial, el equipo médico lo integraron tres médicos de planta, y otros particulares que llegaban con sus propios pacientes, entre ortopedistas, internistas, urólogos, radiólogos, ginecólogos y gastroenterólogos, con una filosofía "siempre proyectada a la atención respetuosa y sensible con el paciente, ética profesional y sentido humanitario", apostilla el facultativo.
En los cuarenta años de la Clínica del Occidente, de la casa de familia de un magistrado en donde fue fundada, solo queda un grato recuerdo, "y quizás una que otra foto de las viejas máquinas de retratar, ocultas en las páginas de los libros de medicina, o en los de contabilidad", sostiene su director.
"Aquí lo importante -prosigue-, es que no hemos bajado la guardia un instante, pese a las dificultades y las crisis que acontecen, tarde o temprano, en cualquier grupo empresarial. En nuestro caso, nos afectó en un principio la ley 100 de 1992, por la atención a pacientes afiliados a las EPS. Los pagos de las entidades prestadoras de salud eran demasiado prolongados, además de los trámites engorrosos para su cancelación. Eso debilitó sobremanera el estado financiero de la clínica, y tuvimos que recurrir a préstamos bancarios para resolver el pago nominal. Hoy en día tenemos convenios con todas las EPS".
Doctor Ruiz: ¿Qué podría suceder en su clínica y en otras particulares, si llegaran a desaparecer las EPS, como el gobierno ha anunciado, que entraría a manejar directamente esos recursos?
"Las instituciones prestadoras de salud (IPS) deben seguir atendiendo los pacientes, independiente de quien sea el ente que maneje los recursos del sistema".
La Clínica del Occidente, en sus cuatro décadas de historia, también ha tenido que superar crisis de orden sanitario a nivel mundial como el VIH, el H1N1, "pero ninguna tan alarmante y devastadora como la pandemia del covid-19 -recalca el doctor Ruiz-. Por fortuna, ninguno de nuestros colaboradores falleció. Yo sí estuve a punto de irme. Todavía no había llegado la vacuna. Lo más doloroso fue ver la angustia y la tristeza de tantos dolientes que no pudieron despedirse de sus seres queridos".
-¿Cuáles han sido las enfermedades pospandemia que más atienden?
"Desde luego que las enfermedades respiratorias que quedan como secuelas del virus. Pero que tienen que ver también con la contaminación ambiental en Bogotá, el estrés, los malos hábitos en general, que repercuten en desórdenes y enfermedades como gastritis y colon irritable. Problemas de orden cardiopulmonar, gástrico y neurológico, son las más frecuentes. La pandemia dejó muy deteriorada la salud mental, sobre todo por el encierro, las pérdidas familiares, la crisis económica, y el consumo de sedantes y antidepresivos, en gran parte sin prescripción médica. Ni hablar de sustancias ilegales".
40 años de servicios
Hoy, cuando se conmemoran cuarenta años de la Clínica del Occidente, su director Édgar Ruiz Luengas argumenta que el balance no puede ser más satisfactorio, no solo por la calidad de servicios que ofrece, sino por el vigoroso trabajo en equipo, y el liderazgo de su señora esposa Clara Lucía Lucena, alma y nervio de la entidad desde su cargo gerencial.
La infraestructura comprende dos edificios, uno de ellos destinado a la atención integral de pacientes oncológicos, una de las prioridades de la institución: "Entendemos el cáncer como una enfermedad que afecta al paciente en todo sentido, y que por su vulnerabilidad le resulta complejo y dispendioso desplazarse de un lado a otro. En esta planta suplimos todas sus necesidades: consulta, inducción, laboratorio, quimioterapia, radiología, cirugía, recuperación, farmacología, asesoría psicológica y espiritual. Ahora mismo estamos en construcción de un tercer edificio que integrará todas las áreas y servicios científicos y administrativos que brindamos. Estará disponible a partir de marzo de 2023".
En la actualidad, la Clínica del Occidente cuenta con 120 camas hospitalarias, 40 unidades de cuidados intensivos, 30 camas de observación de urgencias, 6 salas de cirugía con sus respectivas salas de recuperación, 800 empleados de planta, independiente del equipo médico y paramédico, para un total de 1.200 funcionarios en general.
¿Qué le falta por hacer, doctor Ruiz?
"En Medicina, siempre habrá mucho por hacer. El servicio hospitalario es un proceso en permanente evolución para suplir requerimientos y necesidades acordes con el avance de la ciencia y la celeridad asombrosa del desarrollo tecnológico. En cardiología, por ejemplo, el futuro inmediato es tratar de evitar la intervención quirúrgica por procedimientos invasivos, y emplear la vía endovascular, que por ahora resulta muy costoso para el sistema de salud, pero al que hay que apostarle".
¿Cuál es el equipo científico más avanzado que tiene la clínica?
"Un equipo americano de radioterapia, con el que se realizan procedimientos de radiocirugía".
¿Alguno de sus hijos heredó la vocación por la medicina?
"Tengo cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, pero se orientaron por la economía y la administración".
¿Cuál es la fórmula para hacer los sueños realidad?
"Trabajo, pasión, esfuerzo al máximo, disciplina, profesionalismo y honestidad".
¿Si volviera a nacer se dedicaría a lo mismo?
"Indudablemente, valió la pena".