En otro mundo viven los que siguen reclamando las delicias de la paz. Nunca fue tan sombrío el panorama de la Nación y nunca tan amargas las horas que nos separan de las elecciones territoriales.
Los asesinatos de Karina, la candidata a la Alcaldía de Suárez en el Cauca y de Orley en Toledo, Antioquia, bastarían para ponernos en guardia frente a los que pregonan las maravillas de la paz que vivimos. Habrá de recordarse que a Karina la asesinaron junto a su mamá y a cuatro compañeros de campaña. Y en ambos casos, la impunidad es total. Pero tranquilos, porque se ofrece más dinero por la captura de los asesinos. El candidato por el Partido Liberal a la Alcaldía de Alto Baudó, sigue secuestrado con una docena de los suyos. Y aquí no pasa nada.
En su edición de este domingo, El Tiempo hace un somero recorrido por los departamentos que están convertidos en verdaderos infiernos. Nariño, Cauca, Caquetá, Arauca, Chocó, el Catatumbo, Bolívar, son el espejo de un terrorismo cada día más cruel y más lejana parece su derrota.
En todas partes, como no podría ser de otro modo, el motor diabólico de esta tragedia son la cocaína y la marihuana, dueña, por ejemplo, de Corinto, otra vez en el Cauca martirizado.
El lamentable señor Ceballos, Alto Comisionado de alguna cosa, lo que carece de importancia, nos ha hecho una entusiasta presentación de las cien mil hectáreas sembradas de coca que han logrado erradicar manualmente nuestras Fuerzas Militares y de Policía. Pero, lástima, nos advierte que la resiembra puede alcanzar el 65 % de la tierra liberada de la planta. Y calla la siembra en tierras no tocadas por el machete de nuestros héroes. En suma, y sin alardes de magos ni pregoneros de desastre, que en el mejor de los casos estamos en lo mismo. Y por eso, agrega Ceballos, es imprescindible la fumigación desde el aire con glifosato. Lo que no dice es por qué no lo hacemos desde hace rato. Tal vez por falta de aviones o tal vez por falta de pantalones. Ambas cosas imprescindibles para enfrentar de verdad a los narcos.
Las Farc andan como Pedro por su casa entre Venezuela y Colombia, y como Pedro por su casa en todos los municipios donde abunda la coca. Que al decir del señor Defensor del Pueblo, son más de cuatrocientos, la tercera parte de los que tenemos en Colombia, los mismos que están en grave peligro para estas elecciones.
Los que no son cuatrocientos, sino todos, que se suman a los poblados que no alcanzan el rango de cabecera municipal, son los que padecen las llamadas ollas del narcotráfico. No hay alcalde que no se duela de esta plaga, hija por supuesto de la siembra y del tráfico y madre de todas las desventuras imaginables. El desempleo juvenil, las bandas de adolescentes armados, la inseguridad en calles y veredas, los secuestros y los asesinatos son todos efectos de eso que llaman el microtráfico, parte esencial de la paz que vivimos.
Ya no se puede salir de Cali en bicicleta; ya no se pueden recorrer las carreteras del Norte de Antioquia; ya no se puede pasar de Cali a Popayán o de Popayán a Pasto; ya no se puede recorrer el Departamento de Arauca ni Ecopetrol puede continuar la faena petrolera en Tibú; ya no se puede andar por Bogotá sin sentir el temor de un asalto; ya no se puede ir a las fincas para disfrutarlas o para cuidarlas. No se puede. Volvimos a las épocas más sombrías de la inseguridad y del terror.
Gobernar no es montar en avión,
ni perorar, ni engolosinarse con cifras,
cada vez más escuálidas
Son muy inteligentes muchas de las cosas que trata de hacer el Presidente Duque y muy puestas en razón las cosas que dice en tono tribunicio, digno de mejores días. Pero gobernar no es montar en avión, ni perorar, ni engolosinarse con cifras, cada vez más escuálidas. Gobernar es cambiar la realidad, cuando es dura y estimularla, cuando feliz y grata. Y las tareas fundamentales no se pueden pretermitir por ese afán, casi enfermizo, de correr, de correr y de correr.
En lo primero que debe pensar el Presidente, es en devolvernos la seguridad perdida y en liquidar, de verdad, el cultivo y el tráfico de la cocaína y la marihuana. Son fenómenos concatenados, indisolublemente. Mientras las Farc, el ELN, los Pelusos y los Gatos y los Perros, se enriquecen en la fácil tarea que ahora tienen, este no será un país habitable. Y cada día las cifras de nuestra pobreza, nuestro desempleo, nuestro desequilibrio cambiario, serán peores.
El campeonato mundial del desalojo forzado de la gente más humilde; el campeonato americano del desempleo juvenil; el panorama aterrador del déficit en cuenta corriente; los números alucinantes de los homicidios en Cali, para no ir más lejos, son realidades atroces. Lo que nos hace ver, en estas vísperas electorales, que el panorama no puede ser más sombrío. ¿Habrá esperanza en este mar de miserias?