Calificación:
Temistocles es un guerrero que no le teme a nada. Con el ímpetu suicida que tendrá en las puertas del infierno el espartano Leonidas, ha decidido atacar, cuando más débil estaba y con unos cuantos atenienses, al todo poderoso ejército persa. La sorpresa es un aliado infalible. En el fragor de la batalla ha visto, desde la costa, al Rey Darío, consentido de los dioses, dueño absoluto de la victoria, paseándose con altivez por su enorme barco. Temistocles , saca una flecha de su carcaj, la pone en su arco, apunta y dispara. El joven príncipe Jerjes ve el proyectil saliendo de la tierra, surcando la sangrienta noche, dirigiéndose, cómo si el mismo Zeus la estuviera guiando con su mano, directamente hacia el pecho del rey. Jerjes no alcanzó a escuchar los gritos de su hijo, inmerso en sus pensamientos mientras contemplaba la milenaria y hasta entonces inexpugnable tierra griega. Nadie había estado tan cerca de sus costas, nadie había llegado tan lejos. Es una lástima que esa flecha haya roto el hierro de su armadura, es una pena que dos días después y languideciendo en una cama, el fulgor de su brillo se haya apagado para siempre.
Jerjes se funde en el dolor que sacude a toda Persia. Artemisia sabe que no existe nada mejor que el odio para unificar un país. El odio y un rey respetado. Envenena el alma del joven Jerjes, lo pone a andar durante cuarenta días por el desierto hasta que llegue a una oscura cueva habitada por unos misteriosos ermitaños. Ellos le quitarán la sed, le curarán sus ampollas y lo sumergirán en una lava dorada que lo transformará en un Dios. Los persas han encontrado a un guía para adorar, para seguir.
Entonces Persia se lanza contra Grecia con el firme propósito de arrasarla. Jerjes alista sus millones de unidades contra un reducido grupo de 300 espartanos en las Termópilas, Artemisa irá con sus barcos a atacar sus costas. Ella también tiene razones para odiar a Grecia. Cuando era niña entraron a su ciudad convirtiendo todo en cenizas, matando a los hombres, violando a sus mujeres. A ella la llevaron como botín de guerra y encerrada en las nauseabundas galeras esperaba toda la noche a que cualquier soldado sudoroso y grasiento la montara entre puñetazos y escupitajos hasta venirse. Por eso, desde sus barcos, mira la noche nublada y sabe que los dioses han tirado los dados y la venganza será suya. Lo que ella no sabe es que en la costa el ateniense Temistocles también tiene a sus dioses y estos no son sordos y están dispuestos a escuchar sus súplicas.
Ni precuela, ni secuela, 300 el origen de un imperio, es una narración paralela al acto heroico de Leonidas. Es como si el plano se hubiera abierto y pudieras contemplar un episodio completo de las Guerras Médicas. La película ya no está dirigida por Zack Znyder, quien ha decidido guardar sus fuerzas para el rodaje de la segunda parte de Superman y acá oficia de productor, dejando al frente del proyecto a Noam Munrro, desconocido director que ha estado a la altura de el difícil reto de adaptar Xerxes, el comic inédito de Frank Miller en el que se inspira esta película.
El filme adolece de algunos problemas, uno de ellos es la inevitable comparación que uno puede hacer con su predecesora. De ella uno extraña varias cosas entre ellos al casting. Sullivan Stapleton con su Temistocles no consigue, ni de lejos, el respeto y la dignidad que le imprime a su Leonidas Gerard Buttler, y entre sus guerreros no hay una figura del carisma arrebatador que tuvo Michael Fassbender en la película del 2007. El guion está lleno de baches y de inconsistencia y no logran crear una historia tan apasionante como la de los mártires de las Termópilas.
Pero todos esos problemas se olvidan gracias al impacto visual que tiene esta película. Las escenas de batalla son avasallantes y el 3D te ayudará a sentir el vértigo del combate. 300 te sacará el sádico que llevas por dentro y en todo momento estarás pidiendo ver un cuerpo desmembrado más. Las 2 horas que dura la película no saciarán nuestra sed de sangre.
Y Artemisa, por todos los dioses, Artemisa no sólo es el más aguerrido de los guerreros persas sino que es una diosa del Dark Metal. Sus vestidos negros y llenos de dientes arrancados a bestias feroces, la hacen parecer una sacerdotisa demoniaca, despertando el temor y el deseo que tan bien se plasma en la logradísima escena en la que ella y Temistocles entierran sus espadas para lamerse sus cuerpos.
Desde esta humilde columna le empezaremos a hacer un altar a Eva Green, la actriz que desde Los soñadores se transformó en la nueva Ana Karina.
Un festín visual de sangre y pequeñas partículas de dedos que salpican en nuestros rostros, una película sexy y ágil que te hace olvidar lo aburrido que puede llegar a ser la vida lejos de las películas. Si es viernes y después de la oficina lo único que queda es destapar una lata de Whiskas en un tazón a tu gato, no lo duden un momento, sumérjanse en la oscuridad de Artemisa, naveguen en sus barcos y disfruten del misterio de su rostro, de la exuberancia de sus senos, del odio de su mirada. No hay paisaje más hermoso que el rostro de Eva Green en la pantalla de una sala de cine.