El Campín lleno. Al frente uno de los viejos más poderosos del mundo. El espectáculo va enfocado a ser una droga sonora, visual. Roger Waters lleva más de cincuenta años alterando conciencias a través de su música. Anoche lo logró de nuevo. El público, de todas las edades. En el lugar a donde fui, una de las boletas más baratas, estaba lleno de universitarios. Rebeldes, mechilargos, guerreros ¿Cuánto debieron ahorrar para conseguir las boletas? En el receso de 30 minutos que el genio creador de Pink Floyd hace en cada uno de sus conciertos, aparecen en su inmensa pantalla de 80 metros de largo y otro poco de ancho. consignas políticas. Resiste a Le Pen en Francia, resiste a Bolsonaro en Brasil, resiste a Al Assad en Siria y así con todo el mundo. Desde arriba de Occidental, donde estaban los puestos más caros, los de 700 000 pesos, el público no solo agitaba sus joyas. Desde ahí, como un fantasma, bajó a la cancha los cánticos de desilusión contra el presidente Duque. Eran uno tras otro durante media hora. Drogados de música, las arengas apoyaron sin empacho el paro nacional del próximo 28 de noviembre. Hace cincuenta años a los presidentes se les medía el pulso en una Plaza de Toros. Ahora son los conciertos y los partidos de fútbol donde se erigen los cadalso.
Los muchachos que estaban a mi lado no dudaron en acompañar un rechazo que se ha traducido en las últimas encuestas, exceptuando la desfasada y tendenciosa de Guarumo que provocó una crisis dentro de la empresa, y es que la gente no soporta al presidente Duque. Sabíamos que era un globo tirado a principios de este año por ese político audaz que es Álvaro Uribe. Lo que no sabíamos era que se iba a pinchar tan rápido. En poco más de cien días el vuelo de Duque es corto, casi que a ras. Sus descaches, que empezaron tal vez en su visita al rey de España cuando le mandó saludes de Uribe como si fuera un empleado del Gran Colombiano, demostraron que el cargo le iba a quedar grande.
El gran músico inglés no tuvo espacio para atacar a Uribe y a su pupilo,
pero su máscara de cerdo y el porcino que lo acompaña desde el álbum Ánimals,
fue adoptado por la gente como una excusa para la protesta
El gran músico inglés no tuvo espacio para atacar a Uribe y a su pupilo. Bastante ocupado está en su pelea con Bolsonaro, Trump, Israel y la arremetida mundial del fascismo, pero su máscara de cerdo y el porcino que sobrevoló el público, un símbolo que lo acompaña desde el álbum Ánimals, uno de los mejores de la historia de la música, fue adoptado por la gente como una excusa para gritar lo harto que están del actual presidente, no solo por guitarrero, incongruente, inofensivo y represivo, sino por su terquedad en negar la realidad. La realidad es que nunca antes en la historia del país un presidente se ha enfrentado a tantas protestas en tan corto tiempo, la realidad es que ningún presidente – ni siquiera Santos cuando se cuestionaba la contundencia y el apoyo social del paro agrario del 2013- había sido tan sordo al pedido de un pueblo. Anoche, en medio de la música más hermosa y profunda del mundo, los colombianos le dejaron claro al presidente que con cabriolas con un balón y con pésimos solos de guitarra no nos va a gobernar. Que limpiar 60 000 espacios verdes de jíbaros –de dónde sacó esa cifra por Dios- y decomisar 70 kilos de marihuana en dos meses –ridículo- no son argumentos suficientes para mandar un país con los problemas sociales que tiene Colombia. Un país con hambre. Un país sin derecho a la educación pública y a la salud. Un país que se está sobreponiendo a duras penas a la peor de las adicciones: la sed de sangre.
Publicada originalmente el 22 de noviembre de 2018