A tres semanas de haber ordenado el ingreso del Esmad al campus de la Universidad de Antioquia, no se vislumbra una pronta salida a la primera gran crisis a la cual se enfrentó Quintero en sus pocas semanas de administración. Con la promesa de crear una Mesa Universitaria por la Paz y abrir canales de diálogo, el alcalde pretende resolver una problemática socio-histórica que se escapa a su margen de maniobra y que se le convirtió en un verdadero dolor de cabeza. A continuación, enunció los que desde mi punto de vista son los errores en los que ha incurrido Quintero en su cruzada para acabar con los movimientos radicales y el uso de explosivos en las universidades públicas.
Problemas de comunicación, improvisación y poca reflexión
En reciente columna en El Tiempo, Mauricio Vargas, sentenció: “el alcalde de Medellín tiene una lengua más veloz que su cabeza”. Esa afirmación encierra la contradicción de una persona que como candidato se caracterizó por su excelente capacidad de comunicación (al punto que logró desactivar la polarización a la que Uribe quiso reducir la campaña) y ya como alcalde se percibe irreflexivo y poco metódico. Tras su autorización del ingreso del Esmad a la Universidad Quintero se encargó de comunicar en tiempo real una decisión polémica (con vídeos cortos y gráficos), pero en su intentó de justificar lo que para él era lo más adecuado dado el “uso de explosivos al interior del campus”, se expresó con un talante autoritario y poco conciliador, afirmando en caliente: “Intervendremos todas las veces que sea necesario” e insinuando que los estudiantes que no acataron la orden de evacuación les hacían el juego a los encapuchados. También hay que recordar que el “protocolo” (a diferencia de las bases de su Plan de Desarrollo) no fue concertado ni socializado previamente con las universidades.
"Con el fuego no se apaga el fuego"
La anteriores son palabras del escritor y profesor Mario Montoya, quien expresó en su más reciente columna en Arcadia su decepción por haber apoyado a Quintero. La intención del alcalde de querer resolver con “fuego” una problemática histórica y generacional enquistada en los grupos radicales que operan al interior de la universidad, desconoce la naturaleza anárquica y destructiva de personas que se amparan en la universidad (muchos sin ser estudiantes) y que hace rato desecharon los repertorios tradicionales de protesta. Siempre habrá un 1% en una sociedad que se empeñan en destruir y que solo quieren ver el mundo arder. Eso no quiere decir que el 99% manifiesta un apoyo pasivo o los respalde, en la creencia de Daniel en que puede acabar con esos grupos se evidencia la miopía de pensar que actores violentos cederán ante una actitud desafiante. El efecto colateral es que genera resistencia activa en una comunidad estudiantil con mucho sentido de pertenencia por su universidad. Puedo asegurar que en la próxima orden de evacuación puede que no sean cientos sino miles de estudiantes que permanezcan en el campus. ¿Volverá a insinuar el alcalde que les hacen el juego a los capuchos?
Un egresado del Alma Mater que autoriza su intervención
Muchos han cuestionado que un egresado de la Universidad de Antioquia, que podría comprender mejor que cualquier otra persona que no haya pasado por sus aulas como la violencia la ha violentado al punto de erigirse como sujeto de reparación colectiva, haya autorizado el ingreso de una fuerza de choque responsable desde su creación de decenas de muertes; cuando todavía había cientos de estudiantes en el campus y pasándose por alto al mismo rector. La UdeA ha sido víctima del conflicto armado y en sus paredes y pasillos habita la memoria viva de una guerra que la ha tocado. En la más reciente asamblea de estudiantes (en las que dudo Quintero haya participado asiduamente en su época de estudiante) el alcalde fue declarado persona non grata y los profesores también le exigieron, tras declararse en asamblea, que desmontara su protocolo inconsulto y antidemocrático. En su defensa, Quintero argumentó que en sus declaraciones tanto los estudiantes como los profesores no reprochaban a los capuchos y eso nos remite nuevamente al primer y principal problema en su cruzada contra esos sectores radicales, la comunicación.