El gobierno Duque y su partido CD, las oligarquías financieras y empresariales y las mass media con sus “formadores de opinión” bien temprano tomaron partido por la opción imperial. La posibilidad de que tropas militares estadounidenses usen nuestro suelo para agredir al hermano país es cada día mayor. Un gobierno débil como el del CD, humedecido por escándalos de corrupción casi sin precedentes, y eso en este país es decir bastante, con lapidarias medidas encaminadas a expoliar aún más a los pobres y sectores medios asalariados, ha decidido que Colombia no puede ser inferior a la tradición de Caín que ha tenido en la región.
Estas pueden ser las razones para jugarse esa baza, entre otras: la insinuación por EUA a participar de la reconstrucción de Venezuela si los planes intervencionistas prosperan, aunque conociendo bien como conocemos a nuestra fronda no es de extrañar que se haya regalado a condición de… Y la solicitud de los empresarios nacionales a Duque para que tramite ante Trump el levantamiento de los aranceles por su gobierno a algunos productos de origen colombiano. La primera ya fue sugerida por el embajador atrapabolas en Washington durante una visita que hizo a la frontera binacional en Cúcuta en días recientes. Ensillar las bestias antes de tenerlas amarradas nunca ha sido un buen paso, más cuando son briosas y cerreras. Alemania no participó en la campaña libertadora emprendida por Estados Unidos en Irak (2003) porque sus firmas no estaban incluídas en la reconstrucción y sí, eso hicieron con Alemania…
Venezuela fue con EE. UU. uno de los mayores mercados de la producción nacional y pareciera estar en los cálculos empresariales recuperarlo. ¿La segunda? De la segunda la incertidumbre no es menor dada la política proteccionista del trumpismo reinante. Grosso modo ese será el contexto en el que ocurrirá la campaña electoral que pretende renovar los gobiernos municipales, distritales, departamentales y los órganos llamados de coadministración.
Sin embargo, otros elementos merecen ser incluidos en el relato. A primera vista lo que se advierte es una demonización por el oficialismo de aquellas opiniones que vayan a contrapelo de su posición frente a Venezuela. No se harán esperar los calificativos que al parecer tan buenos réditos han dado al uribismo: el fantasma del castrochavismo, el fracaso de los acuerdos de paz (las falsas desmovilización de las Farc y entrega de armas por las mismas), la impunidad que trae consigo la JEP, cuyos destinatarios serán los sectores alternativos y, claro, por qué no, los que coincidan con ellos.
En esa dirección misma se conocen medidas como el nombramiento de director del CNMH de un académico de probadas hasta el cansancio posiciones negacionistas del conflicto armado colombiano, mientras que por vía legislativa se quiere hacer aprobar una ley que constreñirá la libertad de cátedra en los centros educativos oficiales. La elevación del uribismo como religión oficial nacional no permitirá escarceos democrateros. La reescritura de la historia nacional está en andas, aunque un poco tarde, como es usual en estos lares, para ponerse a tono con la ola global.
Mientras algunos movimientos y partidos han establecido sus reglas de juego para la escogencia de candidatos a las distintas instituciones de elección popular, se habla incluso de nombres propios ya para gobernar algunas ciudades, otros están enmarañados en disputas intestinas que los pueden dejar fuera de la contienda o en condiciones desventajosas. El personalismo y el fulanismo que tanto lucen en la política tradicional también ondean con orgullo sus banderas en los alternativos. Programas que recojan las reivindicaciones democráticas de paz, democracia, libertades políticas individuales y colectivas, sanidad ambiental, solución de la situación venezolana por la vía del entendimiento de los protagonistas nacionales, castigo a los protagonistas del latrocinio continuado al patrimonio público y respeto a los acuerdos Estado-Farc deben ser levantados y constituir la primera preocupación de los alternativos.