2019, el año de la movilización social en Latinoamérica

2019, el año de la movilización social en Latinoamérica

De forma progresiva se ha tomado conciencia de que la única forma de poner freno a las injusticias es saliendo a las calles a decir: ¡basta ya!

Por: Fernando Alexis Jiménez
enero 09, 2020
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2019, el año de la movilización social en Latinoamérica
Foto: SrArancibbia /Wikipedia

El 2019 se constituyó en uno de los años más relevantes para la movilización social en Latinoamérica. Se extendió como una llama incontenible, despertando el león dormido de la inconformidad que por muchos años estuvo reprimida. Fue así como afloraron diferentes expresiones populares como los indígenas, dirigentes comunales, agrarios, estudiantes e, incluso, indiferentes, aquellos que por mucho tiempo se mostraron ajenos a la realidad social. Un año para recordar y el anticipo de lo que será el 2020 en las calles de diferentes países.

Un aspecto relativamente novedoso fue la utilización de las redes sociales que, sin ninguna barrera para tener un alcance ilimitado, convocó a los manifestantes en todas las naciones. Y digo que relativamente novedoso, porque su fuerza incontenible se hizo sentir en la primavera árabe.

Quienes vivimos la época de los ochenta, recordamos lo dispendioso que eran jornadas enteras pegando carteles, al amparo de la noche, para convocar marchas, y el riesgo que representaba salir a distribuir hojas volantes.

Aunque expresarse es un derecho inalienable de los pueblos, aquella fue una época de semiclandestinidad en la que más de un promotor de las protestas terminó en una estación de policía. Ahora las cosas son distintas. Basta una cuenta en WhatsApp, Facebook, Twitter o Instagram, utilizadas por muchos para subir mensajes triviales, para enviar desde allí un mensaje que convoca. Gratis, fácil, sencillo pero eficaz.

Ecuador logró reversar cargas impositivas

Los brotes de inconformidad por las cargas impositivas anunciadas por el presidente Lenin Moreno, iniciaron en marzo del 2019, pero maduraron en octubre con protestas que aglutinaron millares de personas en Quito, Guayaquil y otras ciudades ecuatorianas. Obreros, estudiantes e indígenas se tomaron las calles y bloquearon carreteras esenciales en la geografía nacional. Ríos humanos pusieron a temblar al gobierno.

Y como había que encontrar un “chivo expiatorio”, el presidente culpó a Rafael Correa y a sus seguidores, desconociendo que la rabia contenida por la injusticia terminó convirtiéndose en el principal combustible de las marchas.

Pese a la presión del Fondo Monetario Internacional, el presidente Moreno debió reversar sus medidas. Dialogó cuando medió la muerte de un centenar de personas y más de 1.500 heridos, entre ellos, miembros de la fuerza pública. Personalmente creo que no fue una negociación exitosa, pero sirvió de precedente para frenar futuros desmanes en materia fiscal que pretenda liderar el gobierno.

En Chile no cesa el descontento social

Con el 2019 cerraron dos meses de protestas que amenazan con proseguir en Chile, porque la convulsión social no cesa pese a la aparente calma de la que hace gala el presidente, Sebastián Piñera, tras reversar medidas que alimentaron la inconformidad. Pese a ello, persiste el descontento social por la desigualdad que plantea el modelo económico del país.

La nación austral batió el récord con una participación de 1.5 millón de personas que se concentraron en Santiago, el 25 de octubre. Las protestas se han ido espaciando, pero persisten y se retomarán en enero, tal como lo anunciaron los organizadores, que no consideran una respuesta a sus necesidades el anuncio del presidente Piñera sobre el aumento salarial en hasta 350 mil pesos chilenos —cerca de 435 dólares—. Lo consideran un paliativo que no resuelve nada.

Un golpe de Estado legitimado por la derecha boliviana

La derecha boliviana aprovechó cierto grado de inconformidad por la reelección del presidente Evo Morales, que suele ocurrir en todo proceso electoral, y construyó un gigante en el imaginario de los latinoamericanos para orquestar una fuerte presión, de cara a la renuncia del mandatario. No fue una renuncia voluntaria sino la conclusión de una cadena de hechos que sentaron las bases de un golpe de Estado.

Lo que siguieron fueron movilizaciones populares que no compartieron la jugada de los sectores que se hicieron con el poder. Las protestas fueron reprimidas por la fuerza pública a instancia de la presidenta interina, Jeanine Añez, quien asumió el 12 de noviembre haciendo acopio de subterfugios constitucionales.

Pese a la aparente calma, lo más seguro es que sectores afectos a Evo Morales retomarán las movilizaciones, soporte para que vía electoral, se retome el poder por parte del Movimiento al Socialismo. También en Bolivia la protesta social ha sido protagónica.

Un paro que no termina en Colombia

El Paro Nacional del 21 de noviembre, en Colombia, marcó una de las más grandes movilizaciones sociales en la historia nacional. Un hito sin precedentes que estuvo signado por la participación de todos los sectores. Obreros, estudiantes, campesinos, indígenas, dirigentes populares y—lo más importante—los indiferentes, se sumaron a la toma de las calles.

Diciembre con todo su esplendor de trivialidad, no logró apagar las protestas que se han multiplicado de múltiples formas: conciertos como el del 8 de diciembre en Bogotá y otras ciudades y el de Medellín. También la protesta se ha alimentado de plantones, cacerolazos, jornadas de antorchas y múltiples formas de decir que la inconformidad sigue latente.

De la mano con esta movilización sin precedentes, aumentó entre noviembre y diciembre, el asesinato de líderes sociales, así como las amenazas de muerte contra quienes se consideran baluartes en la organización de las protestas. La cantante folclórica Adriana Lucía, es una muestra de la intolerancia de las fuerzas oscuras que siguen haciendo presencia en la geografía colombiana. Los defensores de derechos humanos no han sido ajenos a este drama. En los últimos 30 días murieron 23 de ellos, a manos de sicarios.

Los organizadores de las movilizaciones a nivel nacional y en los territorios, anuncian que las jornadas proseguirán a mediados de enero.

Califican de demagógico el Diálogo Nacional emprendido por el presidente Iván Duque, el cual desconoce sistemáticamente el petitorio recogido por las diferentes expresiones sociales, que se consigna en 104 puntos específicos. El gobierno colombiano considera inviable negociar, prefiere la continuidad del descontento social que se traduce en protestas callejeras.

Un 2020 de movilizaciones

Si el presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, retoma sus medidas impositivas; el presidente chileno, Sebastián Piñera no propone soluciones de fondo; la presidenta interina de Bolivia, Jeanine Añez pretende hacer de las suyas en las elecciones y el presidente colombiano, Iván Duque, persiste en su renuencia a escuchar el clamor popular, lo más seguro es que el 2020 arrancará con movilizaciones que marquen la historia latinoamericana.

Un hecho para resaltar lo representa la participación de quienes, por años, se han mantenido al margen de las protestas. Ahora y de forma progresiva han ido tomando conciencia de que la única forma de poner freno a las injusticias es saliendo a las calles a decir: ¡basta ya!

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