Hay una parte de mí que mira a la sociedad con desdén. Una parte de mí que perdió las ganas de relacionarse con los demás. Ese pedazo mío se niega a reconocer que la humanidad dejo de relacionarse como solía hacerlo, y a veces le duele ver que nos hemos transformado en todo menos en esos seres sentí-pensantes que se suponía que éramos.
Con la evolución de las redes sociales el ser humano se volvió un ser apático que se relaciona solo para satisfacer su necesidad de compañía, siempre queriendo demostrar que no necesita a nadie, negando su naturaleza social. Nos hemos vuelto hostiles con los de nuestra especie, con nuestros compatriotas, vecinos y hasta con aquellos a quienes llamamos “amigos”. Todo por querer ser virtualmente "chik".
La vida se ha vuelto un juego de egos. Un dilema para la cordura humana y un problema para las mentes sensibles. En este punto de la historia decidimos volvernos arrogantes emocionalmente. “Dejar en visto” se volvió un arma porque ignorar se volvió una manera de ganar para nuestro ego, pues nos hace sentirnos más y mejores. Dar la cara se volvió cosa del pasado. Hoy preferimos dejarnos en la duda mutua para el día de mañana rompernos la cabeza durante horas pensando cual fue nuestro error. Nuestro único error está en la manera errada de decir las cosas o, más bien, de no decirlas. Estamos yendo a hacia el futuro de una manera equivoca, cada vez más impersonal.
La sensibilidad me habla, la mía y la de todos aquellos a los que veo circular por ahí, entre las redes sociales. Estamos sedientos de likes y de corazoncitos porque estamos sedientos de amor y aprobación. El problema es que al día de hoy buscamos un amor lejano y poco humano, un amor que solo nos diga “eres lindo” cuando en verdad lo que queremos escuchar es “eres grande”.
Tal vez le empezamos a tener miedo a nuestra naturaleza compleja y creímos que la mejor manera de superarnos era ignorando nuestro verdadero yo. Le empezamos a temer también a la naturaleza compleja del otro y nos convencimos que como no había nadie allí para nosotros, nosotros no debíamos estar allí para nadie.
Hoy mi critica está dirigida a esa realidad virtual que nos vuelve seres cada vez más narcisos y alienados. Si seguimos así, en el futuro ya no sabremos reconocer ni si quiera una sonrisa sincera pues solo sabremos sonreír como lo hacemos a la cámara frontal de nuestro Smartphone, para mostrarle al mundo la máscara presumida de nuestro ego interesado. He caído también yo en este juego y por eso he optado por publicar solo artículos y fotos que me den un cierto estatus dentro de mi gremio, dentro de aquel círculo social del cual busco aprobación. Pero me cansé, y me cansé porque me di cuenta de que eso no me da nada.
El deseo de aceptación en lo virtual solo delata un vacío en lo real, un vacío causado por la ausencia del otro y por nuestra propia ausencia. Por fin entendí que más allá de lo que piensen los demás de mí me interesa saber qué opino yo sobre mí mismo y sobre la realidad que habito, y si ha de interesarme lo que piensen los demás que al menos sea la opinión de aquellos quienes están allí para mí, no la de terceros lejanos. Quiero volver a comprender y vivir en lo real y dejar de vivir en aquel mundo virtual; materialmente inalcanzable, emocionalmente apagado y completamente falso.
No digo que haya que dejar de utilizar las redes sociales, pero creo que es hora de usarlas de una manera más consciente, más madura y hasta más noble. Las nuevas tecnologías deben ser herramientas que nos faciliten ciertas tareas en el mundo real, está en nuestras manos saber utilizar su poder constructivo y dejar de usarlas para aniquilar nuestra esencia.
Hay una parte de mí que ve a la humanidad con desdén, sí. Pero hay otra que la ve con esperanza y reconoce en ella la misma cantidad de miedos que hay en mí, pues si algo he aprendido es que los miedos se manifiestan siempre a través de los egos, y no ha habido momento más ególatra de la humanidad que este (ni si quiera el renacimiento).
Nuestro pasado nos dejó un feo legado de arrogancia donde nuestra búsqueda es la superioridad, ya sea moral, intelectual o física, y el mundo virtual se volvió el lugar perfecto para encontrarla. Aun así, siento que nuestro futuro nos puede deparar algo mucho mejor, una era tal vez de comprensión, una era en donde la inteligencia, la belleza y los buenos valores ya no nos sirvan para sentirnos más, sino para acercarnos a la verdad de nuestro espíritu.