Actualmente, una coalición militar liderada por Estados Unidos, y en donde participan actores como las fuerzas de seguridad de Irak, los kurdos y otras milicias, concentra un esfuerzo conjunto para expulsar a Daesh de Mosul. Recuperar esta ciudad sería ponerle fin a la construcción del “Califato” en el país árabe. No obstante, Irak cuenta con desafíos (a corto, mediano y largo plazo) que van más allá de la derrota de Daesh.
En primer lugar, Irak tiene un gobierno excluyente, fracturado, ilegítimo y sectario. Desde el 2003, producto de la invasión, quedó estipulado que el poder del gobierno iraquí sería compartido entre los chiitas y los kurdos (grupos reprimidos por Hussein), mientras que el partido suní Baaz fue ilegalizado, medida que sentenció cualquier intento de participación de los suníes en la toma de decisión.
También, en los últimos años el gobierno de Bagdad se ha caracterizado por sus políticas étnicamente intolerantes y su sectarismo religioso. Por ejemplo, a finales de 1980, Hussein llevó a cabo una campaña de exterminio en contra de la comunidad kurda iraquí, ayudado de armas químicas. Por su parte, al-Maliki, ex-primer ministro iraquí post-invasión, puso en práctica políticas sectarias donde el blanco fueron los suníes.
Por otra parte, si bien la población kurda y chií comparten el ejecutivo (el Presidente de Irak es un kurdo, mientras que el Primer Ministro es chií) y se asientan en las regiones más ricas (noreste y sureste de Irak, respectivamente), estos grupos parecen no estar satisfechos con el statu quo de la distribución del poder político y de las riquezas, sino que buscan adquirir más poder y autonomía.
Es por esto que existe la Región Autónoma del Kurdistán iraquí al noroccidente del país, la cual cuenta con un gobierno kurdo propio en la ciudad de Erbil. Empero, esta sigue dependiendo del presupuesto que proviene de Bagdad.
Ahora bien, a pesar de la oposición de los chiitas en Bagdad, los deseos de independencia no han desaparecido de la agenda del Gobierno del Kurdistán iraquí. La obtención de un territorio propio para la creación de un Kurdistán, ha sido por décadas el sueño de los kurdos, calificados como la nación más grande del mundo sin un Estado. Dicho anhelo tomó un nuevo aire con Masoud Barzani, presidente de la Región Autónoma, quien el pasado 16 de noviembre se refirió a la independencia como “un derecho natural” del pueblo kurdo que ha sido discutido “clara y abiertamente con Bagdad”.
En segundo lugar, otro desafío que tiene Irak es el de reconstruir sus fuerzas de seguridad. Siendo la segunda institución más importante del país, el ejército iraquí ha demostrado tener marcadas debilidades. En junio de 2014, el Ejército se retiró de Mosul, permitiendo a Daesh hacerse de la ciudad y sus recursos, cuando este superaba en un número de 20 a 1 a los yihadistas (30.000 vs 1.500).
De igual forma, el Ejército demuestra ser dependiente y sectario. El combate en contra del Estado Islámico no tendría la misma efectividad si no fuera por el apoyo constante de actores como EEUU, los peshmerga kurdos y las milicias chiitass. También, según reportes de agencias humanitarias (como Amnistía Internacional), el ejército iraquí tiene una larga lista de violaciones a los DDHH y al DIH, desprendidas de acciones ilegales en contra de la comunidad suní.
En tercer lugar, la desaparición de la sucursal de la franquicia de Daesh en Irak no significa la desaparición de la ideología radical. Si algo le ha enseñado el Medio Oriente al mundo (especialmente a países simpatizantes de la ‘guerra contra el terror”), es que la eliminación del fundamentalismo no solo requiere de medios militares. Lahur Talabany, comandante de la Agencia de Inteligencia del Kurdistán iraquí, dijo al respecto que: “podemos derrotarlos en Mosul y Raqqa” pero “como el caso de Al-Qaeda...ellos regresan en otra forma más fuerte”.
Sumado a esto, aprovechando los recursos materiales provenientes del exterior (EEUU, Irán o Turquía) o abandonados por Daesh, y la debilidad del Estado iraquí, otros grupos podrían venir a llenar el vacío de poder que deja Daesh. Uno de estos tantos grupos son las milicias chiitas, reprochados fuertemente por sus acciones brutales, semejantes a las del Estado Islámico.
Crear un ambiente de fraternidad entre los iraquíes de todas las etnias y creencias, es otro gran desafío que tiene Irak. Esto, principalmente, porque el contexto ha llenado de desconfianza, odio y sensación de revanchismo a los diferentes grupos. Por ejemplo, la comunidad yazidí pasó de ser víctima a victimario en junio del año pasado, cuando atacaron dos aldeas árabes en la provincia norteña de Sinjar, en Irak, en donde murieron 21 personas y otras 40 fueron secuestradas.
A la par de esto, persiste el dilema de los desplazados y de la reconstrucción de las ciudades y poblados recapturados. Hasta el momento el conflicto en Irak ha creado 3 millones de desplazados y 10 millones de personas en necesidad de ayuda humanitaria. En ciudades recuperadas del control de Daesh como Tikrit y Faluya, donde habitan miles de personas en condiciones precarias, los planes de reconstrucción de infraestructura son lentos. En ambos casos, Irak carece de las herramientas para dar respuesta, lo cual provoca que el país se estanque en la dependencia de asistencia proveniente de fuera.
A nivel de política exterior, (más allá de la dependencia ya mencionada) Irak tiene el reto de sortear las relaciones con sus países vecinos. Turquía, por ejemplo, tomó la decisión de intervenir en la operación militar que intenta recuperar Mosul. Dicha intervención fue fuertemente criticada por el Primer Ministro iraquí Al-Abadi, quien dijo no querer una “guerra con Turquía”, pero aclaró que su país estaría listo si llegara a ocurrir ese escenario.
Irak es un país formado de retazos de territorios del desaparecido Imperio Otomano, pegados a la fuerza por el acuerdo Sykes-Picot. Sus problemas se extienden más allá del combate al terrorismo; la pobreza, la corrupción, el sectarismo, la falta de gobernabilidad y la peligrosa política exterior, son otras variables que atestan el saco de retos del país del Tigris y el Éufrates. La unión temporal entre chiita
s, kurdos y suníes se mantiene por el enemigo en común, Daesh, qué pasará tras la derrota del mismo es tarea de videntes de la antigua Babilonia.
*Analista del Medio Oriente, Internacionalista
@Maorios94