170 años de historia: un paso atrás del COVID-19

170 años de historia: un paso atrás del COVID-19

El gobierno de Colombia nuevamente se enfrenta a una enfermedad que bajo la denominación de pandemia se encuentra afectando a la población de los 5 continentes

Por: Manuel Fernando González Cuevas
abril 03, 2020
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170 años de historia: un paso atrás del COVID-19
Foto: Leonel Cordero /Las2orillas

El siglo XIX sin duda fue más que un centenar de años continuos o lineales, comenzó para el caso colombiano con un malestar criollo que deparó en un movimiento socio-político tan radical que gestó una campaña libertadora, que con posterioridad a la patria boba configuró una nueva república.

La mitad del siglo XIX comprendió una emergencia en temas de salud pública y bienestar social a nivel mundial a causa del cólera, la propagación de esta enfermedad se extendió desde la India colonizada por los ingleses hasta la ciudad estadounidense de Nueva York, descendiendo por América con datos de muertes en centenares, hasta llegar a los puertos de Cartagena y Barranquilla, que fueron la puerta de ingreso al país a una enfermedad que generó tal como lo relata Salvador Camacho la muerte a más de 20.000 personas en las poblaciones que desde las márgenes del Magdalena hasta Honda convivían.

Lo paradójico de esta situación se presenta en el hecho de que en 1850, como tuvo lo menciona el profesor Jorge Orlando Melo, en contra de las recomendaciones médicas, y haciendo caso omiso a la acuciante situación y urgencia manifiesta existente por la elevada tasa de mortalidad el Estado decide no promulgar una cuarentena general y obligatoria.

Los argumentos se centraron en un mismo elemento religioso que como lo exponía Manuel María Mallarino estribaba en comentar que las epidemias eran un castigo proveniente de Dios y que había que aceptarlas tal como venían, pues el ser humano no era nadie para obstaculizar el accionar divino, parece ser que la argumentación conversadora era tan apabullante que ni siquiera los liberales se opusieron a tal determinación sino que complementaron este ideario desde la presentación de la cuarentena como una restricción al derecho de libertad de comunicaciones entre las personas y pueblos afectados por la cuarentena.

Más de un siglo después nuevamente el gobierno central de Colombia se enfrenta a una enfermedad que bajo la denominación de pandemia se encuentra afectando a la población de los cinco continentes, elevando las tasas de mortalidad y reduciendo el avance aunado al crecimiento de la economía mundial, pero nuevamente parece ser que la decisión emanada de los administradores públicos y los líderes políticos nacionales parece retardataria disonante y carente de argumentos médicos, o siquiera lógicos.

Las sociedades y sus comportamientos son errantes, ciento setenta años después, una incontrolada crisis de salud pública interpela nuevamente medidas de los líderes políticos de la nación, buscando desde el aislamiento poder detener el avance de una enfermedad que abandonó los comportamientos plausibles de las epidemias que habían azotado en la historia reciente para avanzar de manera exponencial, rompiendo la lógica de los límites e incluso de las fronteras acordadas por pueblos y civilizaciones humanas, demostrando que los enemigos en muchos casos son invisibles o sin rostro y estableciendo un accionar intromisorio que penetra con laxitud los controles de inmigración o ciudadanía que tan acuciosamente habían creado las lógicas políticas.

Las coyunturas sociales, económicas y políticas parecen ser el común denominador de la historia colombiana en el último lustro, las soluciones han atendido las cambiantes realidades del siglo XXI parecen tan disonantes como errantes, falta ver el accionar de un órgano administrativo como la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) que en detrimento de la regulación y el deseo de innovar, mejorando la calidad de vida de los nacionales y reduciendo las toneladas de dióxido de carbono que anualmente se aportan al aire de las capitales colombianas, decidió expulsar del país a una empresa como Uber que apelando a la constante innovación y al cambiante mundo tecnológico encontró en una alteración legal en la manera en que se presta el servicio la forma de regresar al país para prestar su servicio.

Una mirada y lectura de la historia no debe apelar a experiencias retrógradas o anacrónicas sobre el pasado, sino que permiten establecer bases para entender que las estructuras e instituciones que rigen la vida de los ciudadanos pueden robustecerse no solamente desde la lógica discursiva de la plaza pública en campaña sino desde el entendimiento de los errores y aciertos previos que han permitido el avance exitoso de las civilizaciones ordenadas, más allá de las aberrantes circunstancias que demandan la capacidad de administración, de ejercicio profesional y ante todo de atención a los problemas que afectan la vida de los societarios.

Finalmente esta misma historia se encuentra juzgando y alimentando el accionar de otras naciones; uno de los recientes discursos de Ángela Merkel al pueblo alemán permite entender esto debido a que señala la actual crisis económica y de salud como un episodio tan grave que solamente es equiparable a las consecuencias que deparó en estos ramos la segunda guerra mundial. Por esto es fundamental entender que el conjunto de pasos y fases que se desarrollan actualmente configuran no sólo un proyecto político o económico que se conjuga ante una posible recesión, sino que establecen los fundamentos de atención para una calamidad social y de salud que como se dijo se conjuga desde la historia con un balance negativo para la historia nacional.

La exhortación hacia los líderes nacionales es a salvaguardar por medio del aparato institucional la vida de los connacionales, base fidedigna del contrato social que todos firmamos al adquirir nuestra condición de ciudadanos, mediante un proceso eficiente y claro que proteja la población antes que pretender custodiar las finanzas de un grupo de empresas y gremios comerciales que sin duda contribuyen mediante tributos al funcionamiento del Estado pero que jamás serán más valiosos que la condición misma del humano.

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