Por estos días la gente no deja de hablar de la canción de Shakira. Que el objeto que parece un juguete sexual en su mesa auxiliar. Que si el Twingo o el Ferrari. Que si el Rólex da la hora diferente al Casio… Creo que mejor nos vendría aproximarnos a las coordenadas mentales en las que está inmerso un porcentaje bastante alto de nuestra población, mientras el mundo sigue girando igual para esos que no dejan de soportar en silencio sin “podérselas cantar” al tóxico, a diferencia de la barranquillera.
Aquí 15 rasgos de toda persona tóxica, que deberíamos evaluar si están en los seres amados, o peor, en usted mismo:
- Después de estar en su compañía, se siente fatigado, o incluso, exhausto, a nivel físico y/o emocional.
- Suelen recurrir al chantaje emocional o a inculparnos, poniendo en duda la calidad o cantidad de nuestro afecto para conseguir lo que quieren.
- No suelen aceptar un “no” como respuesta o un cambio en sus planes con facilidad, en especial, cuando esto implica prescindir de un favor que requieren de nosotros.
- Se asumen como víctimas de los resultados de su vida. Si están solos, siempre es culpa de los demás “porque son perversos”; si están quebrados, fueron sin lugar a dudas, arruinados por otros.
- Para aquellos familiares o exparejas o examigos que ya no los toleran, siempre habrá un comentario negativo, injusto, incluso lesivo, que puede generar un gran desprestigio social. La mentira y el chisme son recursos adecuados.
- Hablan más de lo que deberían sobre los demás. En ocasiones, divulgando información que se confió en la intimidad.
- Tienen un poderoso ego: todo debe girar en torno suyo.
- Se sienten dueños de la verdad absoluta. Sus ideas son las únicas que tienen validez, aunque estas pueden en ocasiones llegar a ser delirantes (a nivel político, religioso, histórico o personal).
- Se sienten moralmente mejores que los demás. Siempre habrá alguna pequeña victoria que repetir, una y otra vez.
- Propensos a juzgar mal. No se les puede pedir consejo en materia alguna, porque esto será un pretexto o excusa para juzgarnos por cualquier otro motivo. Es la autoridad que se les da. A veces profesionalizan este rasgo tóxico volviéndose ‘coach’, para sentir que se “ganan” dicha autoridad.
- Toda conversación jocosa o amable es susceptible de convertirse en la Tercera Guerra Mundial por su tendencia irrefrenable a juzgar. Alguien debería hacer la caridad de ponerles un pendón de 20 por 10 metros en la entrada de su casa que diga: “No juzgarás”.
- Por momentos pueden ser logorréicos, gárrulos, coprolálicos, es decir, elocuentes de la peor manera. Se sientan en la palabra con rabo de paja y todo. Solo dejan hablar a los otros para sentirse autorizados en el arte de no parar de hablar. No hacen caso a la cara de tedio, cansancio o molestia de los demás y parece que al hablar de los otros tuvieran un tacto…rectal.
- Los malos serán siempre los demás. No reconocen nunca un error propio.
- Suelen tener uno o varios problemas de personalidad y/o de conducta (trastorno disocial, sociopatía, o una enfermedad de fondo como psicosis querulante, psicosis paranoide o psicosis hebefrénica). Nunca todos los anteriores al tiempo.
- Muchos de estos, no todos, son sumamente abusivos. Abusan de la confianza, de la generosidad, del dinero ajeno. No se les puede dar la mano porque nos dislocan el hombro y se llevan el brazo para su casa. No tienen consideración por la fatiga, pasado o emocionalidad en juego.
- Suelen ser sádicos y necesitan de una amistad masoquista.
Si tiene de uno a dos rasgos en la lista, preocúpese. Puede estar haciéndose una persona indeseable.
Si tiene más de dos, no lo dude: está en las grandes ligas de la patología psiquiátrica. Reaccione antes de que se den cuenta.
Como colofón dejamos las palabras del poeta Juan Luis Panero: “Lo bueno de crecer, es que uno puede escoger su propia familia”.