Un esposo asesinado hace 14 años, una hija en estado vegetativo y una viuda que no cesa de buscar la reparación del Estado.
Era el 12 de enero del 2000, el calor de Salamina dormía como todos los habitantes de ese municipio ribereño que descansaba de las fiestas de fin de año. En esta noche estrellada del nuevo milenio, 15 hombres entraron a la casa de Serafina Torregrosa. De un “pretinazo” desprendieron la puerta del hogar de Pedro Lara Galindo, su esposo quien fue arrastrado desde su cama hasta una camioneta sin placas. Esta fue la última noche en que Serafina y sus cinco hijos vieron con vida a su esposo y padre.
Eran las 11:45pm y en las calles reinada la soledad. El silencio fue interrumpido por las ráfagas de fusil que entraron disparando los paramilitares del bloque norte de las AUC comandado por alias Jorge 40. La primera parada fue la casa de Serafina. “Prenda el foco que nosotros no venimos por usted” fueron las palabras de uno de los secuestradores. Serafina obedeció dejando ver que en la sala permanecían de pie sus cinco hijos. El mayor de ellos, Luis Carlos de 16 años alargó sus manos en cruz obstruyendo el paso hacía la habitación de sus padres y gritando “¿A quien buscan?. Aquí no hay nadie más.” Los hombres sin pronunciar palabra hicieron a un lado al joven y se introdujeron en el cuarto.
Dos horas después el cadáver de Pedro fue encontrado a los pies de la Virgen que protege la cancha de fútbol del sector de Barranquillita. Esas dos horas fueron tal vez las más largas de la vida de Serafina. Desde ese momento su hija Ana Karina dejó de hablar, seguramente este episodio sumado al trauma sufrido por una caída años atrás, hizo que su vida se complicara. Hoy tiene 18 años y depende completamente de su mamá.
Serafina sola, con cinco hijos y el dolor a cuestas, comenzó a hacer y a vender bollos para sobrevivir. Once años después la vida no le dio tragua y su casa fue quemada por desconocidos. Hoy con 49 años esta mujer que sufre de artrosis sigue esperando la atención, reparación y asistencia por parte del Estado en su condición de víctima. Lo único que ha recibido son tres ayudas como desplazada. Sin embargo han pasado 13 años y a pesar de los múltiples trámites y papeleos Serafina no ha podido acceder a la reparación económica que estipula la ley. Ella solo espera poder brindarle un techo digno a su hija discapacitada.