Hubo una época, a finales del siglo pasado, justo cuando terminaba el gobierno de Ernesto Samper, en la que las Farc amenazaron con tomar a Bogotá. Lugares como el páramo de Sumapaz, ubicado a dos horas del centro de la capital, era territorio de la guerrilla. Allí mandaba con la ferocidad y los caprichos de un zar, Romaña.
La modalidad de secuestro, que consistía en hacer largos y extenuantes retenes con el fin de ir capturar gente, la que ellos juzgaban más acomodada dependiendo de la marca del vehículo, se llamó ‘Pesca Milagrosa’. Esa fue una de las razones por las que durante muchos años los colombianos no volvieron a salir a la carretera.
Después vendrían los diálogos del Caguán, entre 1999 y 2001, que fueron la punta de lanza con la que llegó a la presidencia el candidato conservador Andrés Pastrana y la influencia de Romaña en Sumapaz era absoluta. Esta guerrilla sólo empezó a retroceder con el arribo de Álvaro Uribe a la presidencia y su política de Seguridad Democrática.
El repliegue de las Farc tuvo capítulos oscuros -algunos terribles- como los casos de falsos positivos, pero Bogotá volvió a respirar. Veinte años después, se vuelve a pensar porqué filósofos como Friedrich Nietzsche comprendieron la historia como una serpiente que se muerde la cola, pues otra vez, la guerrilla ha hecho presencia en ese páramo.
Sumapaz siempre ha sido una zona clave para las FARC. Es el corredor que los comunica con el Departamento en donde históricamente han sido más fuertes, el Meta. Despejarlo es tener vía libre con sus tropas de los llanos a la capital.
A principios de marzo se hablaba de que los hombres armados que volvían a azotar esa zona eran de la Nueva Marquetalia, al mando del aún convaleciente Iván Márquez. Sin embargo, esto está descartado. Aunque el Gobierno de Gustavo Petro niega que Sumapaz sea de nuevo controlado por un grupo insurgente, en el miedo de sus habitantes está implícita la presencia de un enemigo feroz como son las disidencias de Iván Mordisco.
Las alarmas se encendieron en abril cuando a uno de los líderes más queridos del páramo, Carlos Julio Tauvita, lo encontraron abaleado en una de las calles de Usme en la madrugada. Esta localidad de Bogotá es la entrada a Sumapaz. Desde el comienzo del año, la salida está llena de extraños en motos de alto cilindraje que se mueven con la intensidad de las avispas gigantes. En la parte más alta del Páramo y es obvia la presencia del grupo armado. El hombre que ha designado Iván Mordisco para hacerle el nuevo cerco a Bogotá se llama Alexánder Díaz Mendoza, alias Calarcá.
Durante unas semanas de junio de 2022, la presidencia de Iván Duque dio el parte de victoria e informaron que durante un bombardeo se había dado de baja a Iván Mordisco. Inmediatamente, las Fuerzas Armadas mencionaron que el segundo al mando de la disidencia de las FARC asumiría su comandancia. Todas las miradas se posaron sobre Calarcá. Es un hombre atrevido y sanguinario. Con sangre fría, Calarcá ha estado en operaciones de alto calibre como el intento de asesinato a Arnulfo Gasca, gobernador del Caquetá y tiene sumido en la zozobra al actual alcalde Cartagena del Chairá, Edilberto García. Hay una recompensa de 200 millones de pesos por su cabeza.
Sin embargo, lo que le ha traído más problemas al gobierno Petro es que se han visto varias fotos de Calarcá hablando de paz con el comisionado Danilo Rueda. La última reunión fue a finales de noviembre de 2022.
El acercamiento de este Gobierno con las disidencias de Mordisco, probado narcotraficante que no firmó el Acuerdo de Paz con el gobierno Santos en noviembre de 2016 y abjuró de él, le ha granjeado serias críticas. La alcaldesa Claudia López viajó al Sumapaz con una comisión para comprobar que todo iba bien. Sin embargo, sus habitantes sienten cada vez más los pasos de un monstruo, el mismo con el que tuvieron que convivir a finales del Siglo XX y que tanta sangre les trajo.
