Sí, vivo acá en Bogotá y me va rebien. Me encanta. Vengo de un hueco peor, Cúcuta. En Cúcuta lo más parecido a una atracción turística son los hornos crematorios que el paramilitar conocido como el iguano puso en la frontera con Venezuela para fundir trescientos cuerpos de inocentes. Si, ya sé lo que ustedes me van a decir, que soy un provinciano, un calentano, un man sin mundo. Y si, tienen razón. Pero tengo esta tribuna. Tírenme piedras, igual no me voy a bajar porque vengo a cantarles tres verdades. Mejor, diez verdades.
Estar ya a 2.600 metros sobre el nivel del mar hacen a Bogotá una ciudad inviable. Los seres humanos no estamos capacitados para vivir a esa altura. Esto hace de la capital un error histórico. La capital tuvo que ser Barranquilla. El frío constante, sumado a los trancones, hacen de esta ciudad un hueco infecto que debe ser tapado a la mayor brevedad. Ahora, con Claudia, la progre, parece Berlín en 1945, ruinas, destrucción, caos. Es una ciudad bombardeada. Ella dice que está planificando una ciudad a 10 años. Diez años en esta ciudad son como cincuenta en otra. Bogotá quita vida, Bogotá es tan radioactiva como Chernóbil. Ahh, pero los rolos creen que esta mierda es París. Bogotá, a diferencia de otras ciudades de albañales parecidos, como Buenos Aires, no tiene ni hierro ni mármol en el centro de la ciudad. Por eso, ese cuento del Septimazo, es un consuelo para ecuatorianos o para cucuteños como yo que nunca en su vida vieron edificios de más de veinte pisos de altura.
Ni hablar de la inseguridad. Acá no se está seguro en ninguna parte. La muerte te respira siempre en la nuca. Pedir un taxi es lo más parecido a la ruleta rusa. Te pueden atracar en el trancón o el mismo taxista te puede desaparecer y tasar en mi pedazos. A veces, cuando veo en el centro a europeos o japoneses caminando, puedo ver el grado de desconcierto en sus caras. Se preguntan ¿Cómo putas vinimos a parar a estos páramos? Las probabilidades de ser atracados acá son 10 veces más altas que en Rio de Janeiro pero, al menos, allá está la playa, el Corcovado, el redentor, qué lindo.
Y el rolo revela su falta de cosmopolitismo creyendo que esta ciudad es la Atenas de América. El rolo, que tuvo tantas oportunidades para ser alguien, se conforma con poco. Por eso, aunque viva diciendo que el costeño es la peor escoria de la tierra, es cien veces más vago que ellos. Creen que uno es un intruso y viene a quitarles el pan que ellos se han ganado solo por nacer en esta sabana. Por eso no trabajan. El rolo se cree rockero y sofisticado pero son más vallenateros que cualquier man de Villanueva y de rock sólo les gusta Maná, Coldplay y demás adefesios sodastereanos. Es rockcito puro. Ojalá fuera rock. Son tacaños y feministas según les convenga. Creen en el derecho de las mujeres cuando llega la cuenta y entonces deciden partirla en dos. No pagan taxis ajenos, por supuesto. Pero la tacañería máxima es esa mierda de que, cuando se sale en grupo y llega la cuenta, deciden dividir la cuenta en partes iguales. Para esto si son socialistas los desgraciados. ¡No señores! Si yo me tomé un vaso de agua y una pechuga de pollo no voy a pagar sus martinis ni su salmón. Además tuve que aguantar estoicamente ese maldito humor del parque de la 93 que pretende ser negro, satánico como el inglés pero que termina en el remedo arribista y sin imaginación que impregnan los monólogos de esos adefesios del Daniel Samper Ospina y Riaño. Ya ni me acuerdo del nombre de Riaño. No importa igual como se llame.
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El rolo revela su falta de cosmopolitismo creyendo que esta ciudad es la Atenas de América. El rolo, que tuvo tantas oportunidades para ser alguien, se conforma con poco
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Los paisas, que pueden ser tan aborrecibles, al menos si tienen algo real, y es el encanto. Están llenos de retruécanos, de salidas rápidas, han hecho las películas más importantes de la historia del país –Los Nadies, Rodrigo D, los Músicos- tienen hasta santa propia, los caleños se inventaron el cine, tienen al único rockstar que pisó este país –Andrés Caicedo que estás en los cielos- y su ciudad es luminosa a pesar de su violencia, los costeños nos han dado todo, desde un Nobel, hasta cracks como Falcao, la costa es mar, por ende es apertura, cosmopolitismo, Bogotá nos dio un gomelo que andaba rápido en un carro y que se asustó cuando vio que podía ganar un campeonato en la Formula 1, dos payasos como Samper y Riaño y millones de personas que se han sentido muy especial porque nacieron acá.
No señores, los seres humanos no viven en estas alturas. Por eso es que tenemos que venir desde las tierras del zancudo y la malaria a imprimir la energía que ustedes nunca supieron darle a esta ciudad informe, caótica y radioactiva perdida en Los Andes. Qué pobreza y qué tristeza esta capital del infierno.