10 lecciones del COVID-19 para la humanidad

10 lecciones del COVID-19 para la humanidad

Sobre el primer documento literario publicado sobre la pandemia de coronavirus llamado "En tiempos de contagio" publicado por el escritor italiano Paolo Giordano

Por: Oscar Mauricio Pabón Serrano
abril 05, 2020
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10 lecciones del COVID-19 para la humanidad
Foto: Vía Twitter

El libro de ensayo del escritor italiano Paolo Giordano, titulado “En tiempos de contagio” y que empezó a redactarlo el 29 febrero cuando su país ya sobrepasaba las mil personas contagiadas, es considerado por la BBC-Mundo como el primer documento literario publicado sobre la pandemia de coronavirus. En una entrevista sostenida con este medio inglés, Giordano expresó: “tengo miedo de descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes”; al tiempo que reconoció que sería un auténtico delito si la humanidad no aprende nada de “la emergencia sanitaria más importante de nuestra época”.  Por esta misma línea reflexiva, a continuación planteó las diez lecciones o enseñanzas que hasta el momento nos deja esta pandemia y que pueden considerarse como aspectos claves para no continuar por el camino de la autodestrucción:

  1. Una vez más queda claro que el categórico paradigma del progreso es sobre todo un mito, un relato engañoso que desde la Revolución Industrial del siglo XVIII y desde el auge del capitalismo enceguece a la humanidad haciéndonos creer que con el pasar del tiempo seguimos mejorando y avanzamos hacia la perfección. No obstante, como bien lo escribió William Ospina, el progreso es una trampa que pone en peligro hasta la vida misma y el equilibrio de la naturaleza.

 

  1. El desarrollo sostenible y el capitalismo sustentable, tal y como se han concebido desde las últimas cuatro décadas, no existen. Como bien lo definió Naomi Klein, autora del libro “La doctrina del shock”, el capitalismo es la economía de los desastres. Es un contrasentido argumentar sostenibilidad en las formas como el modelo de desarrollo neoliberal ─globalizado desde 1990─ explota los recursos naturales, arruina a los trabajadores y destruye los ecosistemas. Seguramente con el calentamiento global, agravado por las prácticas productivas capitalistas, vendrán catástrofes ambientales, climáticas y sociales peores que la actual pandemia. No sé qué pensar de aquellos que aún hablan de “fraking responsable” o minería sostenible en los ecosistemas de páramo.

 

  1. De igual forma, en estas semanas se ha evidenciado que en tiempos de crisis socioeconómicas el modelo capitalista sigue apelando a aquella vieja práctica de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. Como lo estamos viendo, los primeros salvavidas tirados por el gobierno son para rescatar de la quiebra a los sectores históricamente más favorecidos, por ejemplo, a las entidades bancarias privadas. Luego vendrán los despidos masivos, los ajustes tributarios, los recortes al gasto social y quién sabe cuáles otros sacrificios para compensar la recesión. Ojalá se volviera la mirada a los Estados benefactores para corregir los desastres sociales del neoliberalismo.

 

  1. No cabe duda de que los problemas generados por la propagación mundial del coronavirus, relucieron aquella capacidad humana de adaptación frente a los cambios abruptos y las crisis generalizadas. Vemos como muchos ajustaron sus rutinas laborales, familiares y sociales; otros hasta se están reinventado y reconociendo sus “otros yo” en medio de esta cuarentena y aislamiento preventivo obligatorio. A la adaptación también se le debe sumar la innovación, pues atestiguamos como las empresas, fábricas, entidades públicas, universidades y hasta las grandes marcas de la moda textil, volcaron sus esfuerzos para producir alcohol y geles desinfectantes, tapabocas y trajes de protección para el personal de salud, respiradores mecánicos y ventiladores para asistencia respiratoria, raciones de alimentos, suministros de agua potable y montaje de hospitales de campaña.

 

  1. De igual forma, no solo estamos presenciando el brote del coronavirus, sino también el brote de la solidaridad, aquel atributo que parecía perdido en medio del brutal individualismo y materialismo común en las sociedades capitalistas. En medio de esta crisis mundial, estamos evidenciando muestras genuinas de solidaridad y de apoyo incondicional a las causas ajenas, está recobrando valor aquel sentido de lo humano que puede estar por encima ─incluso─ de los radicalismos y la polarización política. Desde las millonarias donaciones realizadas por los más favorecidos hasta el favor de hacerle la compra a los mayores vulnerables de la vecindad, todas son acciones que contribuyen a atenuar el sufrimiento de muchos. Como aprendizaje nos queda entonces la importancia de las economías solidarias y la ética del cuidado hacia los más vulnerables como bien lo enseña el feminismo.

 

  1. Las posturas negacionistas empeoran los problemas sociales. Esto en Colombia lo sabemos muy bien, pues el actual gobierno niega la existencia histórica del conflicto armado que por décadas ha agobiado a nuestro país, de hecho, el mismo director del Centro Nacional de Memoria Histórica legitima dicha negación. Negar la existencia de los problemas en cualquier aspecto de la vida, implica cerrar las puertas a las posibles soluciones y tapar el sol con los dedos. En el caso de la pandemia de COVID-19, esta actitud se la vimos a Donald Trump quien tan solo hace dos semanas declaró que “el remedio no podía ser peor que la enfermedad”, negándose de esta forma a decretar una cuarentena nacional para no afectar la economía estadounidense. Ahora, Estados Unidos es el foco mundial de la pandemia, suma más de 300.000 contagiados y 8.438 muertos (04/04/2020). Asimismo, Jair Bolsonaro minimizó la gravedad de la pandemia en su país, afirmó que “Brasil no puede parar” y que el coronavirus era una “simple gripinha", pero a la fecha en Brasil hay más de 10.000 contagiados.

 

  1. También se está evidenciando que frente a algunas de las problemáticas y catástrofes que se avecinan ─crisis ambiental, conflictos bélicos, hambrunas y enfermedades─, de las cuales el coronavirus no es sino la cuota inicial, todos los Estados de este orbe experimentarán y sufrirán las más trágicas consecuencias. Cómo lo estamos viendo, no importa si son países desarrollados, en vía de desarrollo o subdesarrollados, todos afrontaremos el dolor y la tragedia de la autodestrucción que hemos desembocado. Por supuesto, las regiones más pobres estarán desarmadas frente a estas calamidades, pero de la misma forma los poderosos verán que el apocalipsis tocará a sus puertas, como lamentablemente está sucediendo en los principales focos mundiales de la pandemia: Estados Unidos, España, Italia, China y Alemania.

 

  1. Ad portas de la conmemoración de los 30 años de la Constitución Política de Colombia, la gran lección para el gobierno es la de no olvidar que somos un Estado Social de Derecho, porque si los derechos fundamentales de segunda y tercera generación estuviesen realmente materializados y no solo plasmados que letras yertas de un libro que nadie lee, seguramente estaríamos mejor preparados para enfrentar una crisis como la desatada por el coronavirus. Aquí y en adelante se debe reafirmar la salud y la prestación de sus servicios como uno de los derechos más esenciales de la humanidad, y no como un lucrativo negocio en manos de las corporaciones privadas. En definitiva, la pandemia no ha hecho sino evidenciar un languidecido sistema de salud estructurado por la criticada Ley 100 de 1993. Es importante aclarar que aquellas personas que sostienen que la salud, la educación, el trabajo digno y el acceso a la vivienda no son negocios sino derechos, lo hacen por el simple sentido de humanidad y no necesariamente por posturas políticas.

 

  1. De forma general, es posible afirmar que la pandemia de COVID-19 evidenció una vez más que el capitalismo ─y su actual fase neoliberal─ debe ser regulado por la acción concreta de los Estados, de lo contrario acelerará las crisis más dolorosas y lesivas para la humanidad. Tal vez en los modelos socialdemócratas muchos de los actuales gobiernos encuentren las respuestas a los desafíos que nos plantea el entrópico futuro, muchos afirman que estamos en el punto de no retorno, otros que aún estamos a tiempo de reconducirnos y salvar la vida; sea como sea, hay que cambiar la forma como nos relacionamos con la naturaleza y la vida misma. La pandemia nos revela de nuevo un sistema económico deslucido y desvirtuado por los amplios niveles de pobreza, la desigualdad, la sobreexplotación de los recursos, la pauperización de los trabajadores, la materialización de la vida y el exterminio de los ecosistemas. Sin embargo, es necesario reconocer que es muy difícil cambiar el espíritu de nuestra época, pues seguramente muchos recordarán esta crisis como una simple anécdota que interrumpió por algún tiempo la normalidad de sus vidas.

 

  1. Quizás la lección más trascendental que nos puede dejar este corto circuito de la normalidad, es que en la normalidad misma está el problema. Todo lo anterior me hace concluir que la vida, humana y no humana, debe salvaguardarse y respetarse a como dé lugar. El tiempo que nos queda por el paso en este planeta tierra es lo único que tenemos, nadie debe manejar nuestro tiempo ni condicionar nuestra existencia. Este es el verdadero sentido de la libertad, relacionado con aquella capacidad de vivir en armonía los unos con los otros y que nos hace realmente felices.
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