A mi madre, esposa, hermanas, sobrina,
compañeras, copartidarias, colegas y demás mujeres
que construyen y defienden nuestro país…
Así algunas mujeres hayan logrado alcanzar, sobre la base de esfuerzos y luchas, ciertos derechos (hoy menoscabados por el modelo económico), lo cierto es que el principal reto que tenemos, además de defender y universalizar los mismos, es el de resistir a la fragmentación social que promueve el neoliberalismo y el capital financiero que, por un lado banalizan el sentido de estas fechas (y el rol mismo de la mujer) y, por otro, dividen en sexos, géneros, ‘culturas’ y colores a la especie humana bajo el sofista y falso discurso ‘democratero’ del enfoque diferencial de poblaciones que aunque destaca positivamente el valor de la diferencia la exagera de forma negativa.
Discurso que en muchos casos además de propiciar enfrentamientos innecesarios entre estos sectores e incluso entre mujeres (incomprensión, competencia desleal y egoísmos), desmovilizan, agudizan sectarismos irracionales, promueve la lógica de gueto y nos distraen de los principales problemas de la época (desigualdad, pobreza, miseria, dominación extranjera, etc.). Todo en desmedro de la unidad (que no excluye la divergencia), la solidaridad, la soberanía nacional, el avance y el progreso de la sociedad.
Esta táctica solo busca atomizar, descomponer y enfrentar unos (as) con otros (as) bajo un individualismo crónico e insolidario, para ocultar (y a la vez profundizar) las desigualdades e inequidades sociales, políticas y económicas.
La historia de las mujeres emblemáticas se proyecta como referente inspirador para todos y son la prueba fiel del rol histórico que la sociedad debe destacar en estas fechas y que evidencian la necesidad de revertir el individualismo y la fragmentación que hoy se promueve en el seno de la sociedad. Por ejemplo, la vida, obra y luchas de mujeres como Olympe de Gouges, seudónimo de Marie Gouze, (1748-1793) en Francia, pasando por Clara Zetkin, (1857-1933) en Alemania, las obreras textiles de Nueva York (1857) y aquellas martirizadas en 1911 en el incendio del Triangle Waist Co. y terminando con Policarpa Salavarrieta ‘La Pola’ (1796-1817), María Betsabé Espinal (1896-1932) y María Cano (1887-1967) en Colombia, dan prueba de que sus causas además de ser las de las mujeres fueron las de la sociedad en general.
En otras palabras, los logros y derechos alcanzados por las mujeres se dieron en un contexto de luchas obreras, democráticas y sociales dónde ellas, las mujeres emblemáticas y muchas otras, batallaron por las reivindicaciones del conjunto de la sociedad. Luego, ¿la defensa de los derechos laborales excluye los de la mujer trabajadora, el indígena trabajador, el afrodescendiente trabajador, y los demás sectores sociales que no escapan de las lógicas del Capital? En definitiva, la emancipación de las mujeres históricamente ha formado parte de la liberación del proletariado y, de paso, de la humanidad en su totalidad. Sea la oportunidad para homenajear a la mujer trabajadora (que son todas) por su aporte democrático y civilista.
Un adagio de la cultura popular China dice: ‘Las mujeres sostienen la mitad del cielo’. Dicho adagio nos recuerda que el ‘esfuerzo individual converge generalmente en un beneficio colectivo’ y que el ‘bien mayor’ es producto del trabajo mancomunado y compartido entre los seres humanos sin distingo de su condición de clase, sexo, raza o género. La imagen que proyecta el adagio otorga un rol protagónico a la mujer pero descarta la sumisión, dominación o la competencia entre géneros, roles que históricamente la economía le ha atribuido a la mujer. Por ende la otra parte del cielo la sostenemos el resto, todos, entre ellos, los hombres.
La unidad en la diferencia debe ser entonces la fuente de inspiración de aquellos y aquellas que buscan un mundo mejor sin divisiones, ni desigualdades. Feliz día mujeres luchadoras.