El peligro inminente en Venezuela

El peligro inminente en Venezuela

Las mentiras a medias y verdades absolutas

Por: Sergio Armando Rueda Gómez
febrero 19, 2014
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El peligro inminente en Venezuela

Los acontecimientos recientes de la República Bolivariana de Venezuela han adquirido una importancia tal en nuestro país, que en redes sociales y medios de comunicación han constituido una noticia y tema de discusión de primer orden. Sin embargo, dado la línea editorial dominante y casi monopólica de las casas Ardila Lule y Santodomingo, y la estrategia de la derecha venezolana de falsear imágenes y vociferar por cuanto medio existe que "hay una dictadura y no hay libertad de expresión" - ¡vaya ironía! - para exagerar los hechos, en Colombia se está presentando un fenómeno de replicar y apoyar verdades a medias y mentiras absolutas.

Es cierto que Venezuela atraviesa por una serie de dificultades tanto en materia de seguridad como en el ámbito económico. Negar esto sería seguir el mismo juego de la derecha venezolana pero en un extremo opuesto. Es un reto para el gobierno de Nicolás Maduro controlar los fenómenos de delincuencia urbana, que si bien han estado presentes desde décadas atrás en el hermano país, no puede ser esto excusa para que no se solventen de algún modo como parte de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, la manera como se presenta esta problemática por la mass media colombiana y la derecha venezolana es una verdad a medias: no es cierto que allí roben en cada esquina ni tampoco que se maten a diario entre bandas criminales, como si ocurre en Colombia con las BACRIM en varias regiones del país o en México, con el posicionamiento de los grupos paramilitares asociados al narcotráfico. De hecho, podría evidenciarse que de los Estados más inseguros en Venezuela está el Estado Táchira, cercano a la frontera con Colombia, en donde persiste infiltración paramilitar colombiana.

También es cierto que Venezuela presenta problemas de desabastecimiento en algunos productos de consumo básico. Desde hace algunos meses hay dificultad para acceder a bienes como la leche, la harina, el azúcar y el papel higiénico, por mencionar algunos. Sin duda, es un reto estructural para el proceso revolucionario apostar por el desarrollo industrial y agropecuario propio, que permita que la economía nacional se fortalezca y pueda abastecer su mercado interno, algo que en ese país nunca ha ocurrido a pesar de las rentas petroleras disponibles para tal fin. Pero esta situación se convierte en una verdad a medias cuando se oculta que detrás de este fenómeno también existe una estrategia de sabotaje económico y acaparamiento por parte de sectores empresariales que le apuestan al derrocamiento del gobierno. Para quienes vean paranoia en este asunto, basta recordar los hechos que antecedieron al intento de golpe de Estado a Chávez en el 2002, o haciendo un poco más de historia, lo ocurrido con Allende en Chile a principios de los años 70's. Y esto ocurre, sencillamente, porque una revolución de este tipo encuentra como detractores y obstáculos a quienes han perdido privilegios para garantizar el bienestar colectivo. Lucha de clases, que llaman.

Finalmente, vale la pena resaltar la principal mentira absoluta que rodea este asunto: no se está fraguando un golpe de Estado. Hasta el mismo dirigente opositor Henrique Capriles Radonsky, en entrevista a CNN, hizo un llamado al sector político Voluntad Popular que encabeza Leopoldo López para que no generara falsas expectativas en la población respecto a los objetivos de las protestas que han tenido como bandera "Maduro se va ya"; ¿Cómo se va Maduro si no hay elecciones? ¿acaso renunciaría por la presión de un sector minoritario de la ciudadanía? Lo que está detrás, sin duda, es un intento de golpe de Estado, a modo de versión reciclada de lo ocurrido en 2002 con Chávez. Habrá que ver, con mucha precaución, si existe algún sector de las fuerzas armadas capaz de aliarse en estos momentos con los dirigentes golpistas.

Esta mentira absoluta, que por sí misma implica el peligro de la ruptura institucional en el hermano país, también encubre un peligro aún mayor: la intervención militar de Estados Unidos. Si fuese un hecho no probado o con escasa evidencia en la política mundial, tomaría validez la tesis de que este peligro podría ser un miedo paranoico, o una fijación con el acecho del diablo yanqui. Pero, nada más probado y con un acervo de evidencia que la injerencia directa e indirecta de Estados Unidos en aquellos países que se resisten a hacerle venia a sus designios imperiales. De forma reciente, tenemos los casos de Afganistán, Irak, Libia y Siria, con el apoyo a la oposición armada. La joya de la corona en América Latina sería lograr intervenir militarmente Venezuela, tanto por el control político de una región que cada vez más se resiste a mirar hacia el norte, como por el control económico de las fuentes de petróleo, su más deseado recurso.

El gobierno de Nicolás Maduro debe atender los justos reclamos que puedan identificarse en las protestas que acontecen, pues tal es la esencia de un ejercicio democrático del poder político. Sin embargo, debe hacerlo bajo la premisa de profundizar el proceso revolucionario que ha mejorado indiscutiblemente la calidad de vida del pueblo venezolano. Lo que haya que corregir, que se corrija. Pero la esperanza de América Latina, Venezuela y su valeroso pueblo, debe continuar por la senda de Bolívar y Martí, impedir que la violencia reine y se haga gobierno y no desfallecer en la valiosa defensa de su soberanía.

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