Mi inspiración para mostrar otro punto de vista en polémicos temas del ejercicio de la medicina, es mi amiga María Elvira Bonilla con sus columnas periodísticas. En este caso con su reciente columna de opinión en El País (7 junio 2013), Solía ser médico, en la que relaciona el proceso de la actual reforma de la salud, con una visión pesimista digo yo, realista dirán otros, del ejercicio de la profesión en este ámbito de la Ley 100.
Aquí va mi versión —Sigo siendo médico—. Afirmo con toda certeza, sin importar el sistema en que me mueva, que nadie me quita mi actitud de médico, nadie me quita mis conocimientos. El arte de ejercer sigue dentro de mí.
Tomemos entonces las frases del doctor Salomon Schachter a quien se refiere María Elvira en su artículo y veamos mi visión de ellas.
Solía ser médico. Ahora soy prestador de salud. Siempre he prestado un servicio, la medicina se ejerce para servir. Si mi actitud es la correcta no me dejo confundir por el lenguaje “empresarial”. Sigo sirviendo, esto es, prestando un servicio.
Solía practicar la medicina. Ahora trabajo en un sistema gerenciado de salud. Siempre, hemos tenido jefes, compañeros de trabajo, subalternos. Siempre ha sido “gerenciado” el sistema, solo que antes no lo veíamos, estaban más lejanos. Ahora nos toca mantener principios y valores ante la lógica mercantilista. Y es posible mantenerse incólume. Sí, lo es.
Solía tener pacientes. Ahora tengo una lista de clientes. Nuevamente es el lenguaje quien confunde, no nuestra actitud. El doctor Rovetto en su artículo El uso de la palabra cliente en medicina, nos acerca a la etimología de la palabra cliente, la cual es el servicio. A riesgo de cansar, los médico servimos, llámese cliente o paciente. ¡Actitud doctores, actitud!.
Solía diagnosticar. Ahora me aprueban una consulta por vez. Y en una consulta es totalmente factible realizar el primer acercamiento que muy bien descrito está en la semiología, como el llegar a una —impresión diagnóstica—. Siempre el primer acto médico tantea los posibles diagnósticos, hace los diferenciales y se queda con uno (diagnóstico) inicial, que ya irá confirmando en siguientes visitas y con los exámenes paraclínicos. Sí hay diagnóstico de entrada.
Solía efectuar tratamientos. Ahora espero autorización para proveer servicios. Si, este es un paso nefasto, que perpetua la enfermedad, que produce morbi-mortalidad. En esto concuerdo con el doctor Salomon. Sin embargo los tratamientos los sigo definiendo en un acto facultativo, propio de mi experiencia, acorde a mi conciencia.
Solía tener una práctica exitosa colmada de pacientes. Ahora estoy repleto de papeles. Ahora y siempre, el éxito está definido por la empatía, por los resultados en el diagnóstico acertado y en un tratamiento eficaz. No por los papeles. Un mal necesario en una época que ha cambiado. Podemos quedar lamentándonos del presente y añorando el pasado, o podemos usar el bello recurso de la adaptación que poseemos como humanos.
Solía emplear mi tiempo para escuchar a mis pacientes. Ahora debo utilizarlo para justificarme ante los auditores. Cierto, el lado positivo es que me obliga a estar actualizado, a leer, a documentarme, tal vez un poco más de lo que lo venía haciendo. También podemos hacer un paralelo entre los CPC, las juntas médicas, la discusión de casos, que toman nuestro tiempo para sustentar —mejor palabra que justificar— mis acciones. La escucha, nuevamente, es actitud, persiste mientras yo lo quiera.
Solía tener sentimientos. Ahora solo tengo funciones. Disculpen, los sentimientos, ¿quién se los quitó? Nadie que yo sepa, en la historia de la humanidad, ni aún en la ciencia, ha sido capaz de dejar a alguien sin sentimientos. Tal vez la lobotomía frontal, y eso que…
Solía ser médico. Ahora no sé lo que soy. Sigo siendo médico. Me siento médico. Soy médico.
Para finalizar con la reforma a la salud. Verdaderamente creo que ninguna ley va a cambiar mi forma de ejercer la medicina. Las reformas y las leyes dudosamente transforman las prácticas de la sociedad, lo vimos con el licor en los años 30, lo vemos ahora con las drogas o la delincuencia. La corrupción no ha disminuido a pesar de las cortapisas que le han puesto, ya que el ingenio humano puede más y se las salta, todo porque el interior del ser sigue siendo o corrupto u honesto. El cambio está es al interior de cada cual, en la actitud que asuma ante su participación en la sociedad.