A Jorge Eliecer Gaitán lo mataron la tarde del 9 de abril de 1948 cuando salía de su oficina. Recibió 3 balas disparadas por Juan Roa Sierra. Esos proyectiles y el revolver detonador fueron decomisados, investigados y terminaron exhibidos en la Casa Museo Gaitán como evidencias de un crimen que para algunos partió en dos la historia del país.
El periodista Víctor Diusabá Rojas investigó cómo llegó esa arma y sus municiones a manos del asesino, encontrando esta descripción: “(…) calibre 32 corto, número 19461, reniquelado y regrabado con el sello Smith & Wesson para darle pedigrí, con limaduras en un gatillo débil que amenazaba con partirse (…)”.
Investigando, encontramos que el origen de ese revolver marca Lechuza es desconcertante: no es el tipo de arma asesina que uno esperaría encontrar relacionada con un complot asesino como el que relatan tantas historias. Ese tipo de revolver parece más adecuado para un aficionado como Juan Roa Sierra: un revolver sin linaje, falsificado y en mal estado.
Para los expertos en armas ese revolver es muy familiar. En latinoamérica se les denominó revolver 'lechuza' o 'lechucero', un sobrenombre que agrupa a decenas de copias semilegales del modelo número 3 de Smith & Wesson, diseñado en 1869. Estas armas se caracterizan porque deben abrirse en dos partes para cargarlos, el tambor permanece en su lugar permitiendo el acceso a las cámaras: un diseño bastante anticuado ya en la época de Gaitán.
El revolver específico de Roa Sierra posiblemente proviene de la España de finales del siglo XIX, donde nació una industria armera basada en la copia (amparada en los vacíos legales) y los precios bajos. En ese país, decenas de empresas se dedicaron a fabricar copias del modelo 3 de S & W y algunas fabricaron revólveres tan buenos que prefirieron grabar su marca propia en el metal, mientras otras empresas fabricaron armas cuya posibilidad de venta dependía de hacerla pasar por un mejor producto, grabándolas con marcas demasiado similares a las de Smith & Wesson (lo que ya era ilegal en España).
En la actualidad cada cierto tiempo alguna persona descubre en el cajón del abuelo un viejo revolver grabado con marcas como Smill & Welson y hecho en Sprangfild, como testimonio de esas primeras falsificaciones de productos. Los detectives investigadores del crimen de Gaitán supusieron erróneamente que el revolver de Roa habría sido “regrabado” por algún entusiasta cuando en realidad el revolver era chiviado, hecho por una fábrica de la que no quedaron registros.
El tipo de arma asesina de Jorge Eliécer Gaitán hace inverosímil las historias más fantásticas que se han tejido sobre su magnicidio: ningún poderoso rival político u oligarca hubiese confiado en un arma falsificada y destartalada para realizar el crimen del siglo, solo un hombre solitario con delirios de grandeza y poco conocimientos en armas como Roa Sierra hubiese apostado por el primer artefacto asesino que había llegado a sus manos.