La propuesta cívica de convocar un referendo para bajarle el sueldo a los congresistas es muy valiosa. Aunque no creo que su finalidad práctica se llegue a materializar sí envía un mensaje muy poderoso al Congreso. Comprendo la indignación por lo elevado de su sueldo y también considero que es necesario un reajuste. Sin embargo, pienso que el tema salarial es muy mediato y no permite considerar una visión más abstracta de los problemas del sistema de representación colombiano. A mi juicio, lo más delicado tiene que ver con la financiación de las campañas y los cupos indicativos. Es en eso donde se tiene que formar una iniciativa ciudadana muy fuerte y hacer presión para que se hagan todos los cambios necesarios ¿Por qué? Pues hay candidatos que pueden gastar miles de millones en una campaña al Congreso. Los topes que cada cuatrienio fija la Autoridad Electoral son fácilmente superados por campañas que pueden alcanzar hasta los 2000 millones de pesos. En Colombia no se ha logrado diseñar un mecanismo que en tiempo real le pueda hacer un monitoreo exhaustivo a toda la plata que entra en las campañas pues la que más se maneja es la de bolsillo que no queda registrada en los libros contables. Hasta no encontrar una solución (Cuentas Claras no ha sido efectivo) el sistema continuará replicando una lógica de campañas excesivamente costosas con personajes que lleguan a ocupar la curul con la idea de “recuperar la inversión”. La propuesta de Santos de una financiación estatal completa me parece una buena medida aunque con ciertas salvedades.
Otro aspecto que tiene que ser reglamentado es el referente a los cupos indicativos o la denominada “mermelada”. La plata que el gobierno les gira a los congresistas de su cuerda para adelantar obras en sus departamentos y regiones. Antes de la constituyente en 1991 el Congreso, con una alta discrecionalidad, manejaba sendos recurso de inversión. Fueron los polémicos “auxilios parlamentarios” que la constituyente quiso liquidar pero que se transformaron en los cupos indicativos con los cuales han jugado todos los gobiernos para establecer coaliciones partidistas que les garanticen amplia gobernabilidad. Tal vez por ese motivo ningún presidente en Colombia ha tenido serias dificultades con el Congreso. Considero que los cupos indicativos no son perjudícales para la democracia porque parten de un principio de reconocimiento para que los congresistas aporten al desarrollo de sus regiones. Sin embargo, es necesario que la discusión y asignación de esa plata se haga de forma pública y con una amplia participación de la sociedad civil. Es una propuesta que se ha presentado varias veces en el Congreso (por el Representante por Bogotá Germán Navas Talero) y varias veces se ha caído. Tanto la financiación de campañas como la asignación indicativa de recursos son las mayores dificultades de nuestro sistema representativo.
El tema salarial se entiende en una lógica de posición, es decir, si yo me ganó un salario mínimo o básico como ellos se ganan toda esa plata. Muchas personas firman con un sentimiento de rechazo pero no evalúan la complejidad del problema más allá del sueldo. Hay que pensar y comprender la importancia que tiene el Congreso para nuestra democracia y no limitar la argumentación a “son unos ladrones” o “no trabajan”; esas son excusas para no asumir el compromiso ciudadano de hacer veeduría y control. Las fallas estructurales del sistema de representación no se van a solucionar restándole 10 millones mensuales a las 268 personas que definen gran parte de nuestra dinámica social. Por lo demás, creo que el referendo se puede caer en el mismo Congreso que pretende regular. Esto no le resta importancia ya que lo veo como una invitación a pensar críticamente en la importancia de nuestras instituciones y contribuir a su reforma estructural. Es una puerta que se abre para que como ciudadanos nos preocupemos por lo que es nuestro.