Empecé a ver la serie por RCN y no entendía nada. La juventud y niñez de Hugo Chávez Frías se entremezclaban a la brava en los tres primeros capítulos. Por curiosidad empecé a verla por TNT. El ritmo era diferente. Había una coherencia narrativa, la historia fluía, parecía otra producción, otra novela.
Seguro si la hubieran pasado completa nada hubiera pasado, el rating seguiría igual. En Colombia el odio a Chávez supera al que sienten por Santos y las Farc. Seguro la historia de Popeye, a punto de estrenarse por Caracol, será un fenómeno de audiencia: en Colombia el sicario de un mafioso siempre va a ser más popular que un dictador comunista. Pero la humillación que un monstruo como Andrés Parra sufrió al ver que el prejuicio del canal contra la dictadura chavista, el afán de solo mostrar su lado oscuro (el de Chávez), de deshumanizarlo, dio al traste con la exhaustiva preparación que tuvo el actor para meterse en su personaje.
Lo que vemos a las diez de la noche es un pegote mal hilvanado, los escombros, las ruinas de una producción que duró años en perfeccionarse. Tanto esfuerzo se fue al garete. De tanto detestar a Maduro las directivas de RCN le hicieron el juego y convirtieron al Comandante en lo que el presidente de Venezuela pregona a los cuatro vientos: “Una basura”.
En TNT se ve todo lo que RCN le está robando a una serie magnifica. Se nota, además, la totalidad de una actuación descomunal que confirma el talento del actor más importante de Latinoamérica después del argentino Ricardo Darín. RCN desconoció que a Andrés Parra hay que cuidarlo como una joya, que despierta la misma admiración que otros jóvenes colombianos de talla mundial: Nairo Quintana, Ciro Guerra y James Rodríguez. Razón tenía Vicky Hernández al decir hace poco que Caracol y RCN eran la desgracia que tenían que enfrentar los actores nacionales. Sin embargo uno ve los comentarios errados en los blogs, en la radio, en la televisión. Gente que nunca ha visto El Comandante o que se conforma con la versión mutilada, macheteada de RCN para llegar a decir, con la boca llena de espuma por culpa de la envidia, que Andrés Parra está en plena decadencia. Además del corte arbitrario de su ritmo, RCN cometió la insensatez de estrenarla justo en la última semana al aire de Sin tetas sí hay paraíso, la novela más popular de la televisión actual.
No es la primera vez que una gran serie se queda varada por culpa de la incompetencia del canal que la transmite y la poca receptividad de un público incompetente. Vinyl, la obra maestra de Martin Scorsese y Mick Jagger, acaba de ser sepultada en su primera temporada por HBO. La carrera de Andrés Parra igual sigue en pie. Es uno de los pocos actores nacionales que puede hacer lo que le de la gana. Televisa le había pagado una millonada por volver a hacer de Pablo Escobar en El señor de los cielos. No le importó, no quiere encasillarse, no le interesa. Lo único que quiere es seguir creciendo y con El Comandante lo logró.
Lástima que esas cosas no le interesen a un país que no entiende la pasión, coherencia y honestidad que tienen los artistas más grandes.