Cuando El abrazo de la serpiente se estrenó el 21 de mayo del 2015 en cincuenta salas de Cine Colombia en todo el país, no logró sobrevivir más de tres semanas. Su paso efímero no impidió que la vieran 50.000 personas. Cuando la obra de Ciro Guerra se reestrenó, después de ser nominada a los premios de la academia, la taquilla se multiplicó a 180 mil espectadores. Esta era la prueba que las exigencias de los productores nacionales de tener una cuota de pantalla que les permita estar por lo menos cuatro semanas en cartelera eran justificadas. El abrazo de la serpiente es una película de más de dos horas, en blanco y negro, hablada buena parte en un dialecto indígena y con un formato documental. A primera vista era un veneno para la taquilla pero ante su grandeza la gente fue masivamente a verla. Doscientos mil espectadores la han visto hasta el momento. Algo había fallado en el criterio de Pia Barragán, la gerente de distribución de Cine Colombia.
Pero más que pruebas fácticas de si una película puede o no funcionar, el sentimiento que acompaña a muchos productores y directores de cine colombiano es el resentimiento. Se quejan por la manera diferencial con que los trata Cine Colombia en relación con las películas comerciales y especialmente las de Hollywood que empalagan las taquillas. Les exigen que carguen con los costos de publicidad y que su Fanpage de Facebook supere las 15 mil personas. Reunir los 300 millones de pesos que vale en promedio una película puede tardar años de trabajo muchas veces no remunerados. Por eso es injusto que, después de ese esfuerzo, las producciones apenas estén en salas una semana.
El resentimiento se debe además a que con frecuencia ni siquiera se les da la oportunidad de estrenarse. Las veces que Germán Piffano se encontró con Pia Barragán en los festivales internacionales del 2011 siempre las aprovechaba para preguntarle por la posibilidad de que su documental Infierno o Paraíso, que estaba ya en fase de postproducción, se proyectara en las salas de Cine Colombia. Ella respondía diplomáticamente, como sabe hacerlo, con evasivas.
Piffano tenía razón para su insistencia. Cuando, buscando recursos para terminar su documental, presentó un fragmento de su película en el Bogotá Audiovisual Market del 2012, la jefe de programación de Televisión Española no pudo contener las lágrimas. Conmovida intercedió en una de las fiestas del BAM ante Pía Barragan para que atendiera a Piffano. La zarina de Cine Colombia prometió una cita para esa semana.
Durante seis meses Germán Piffano llamó pero la cita nunca se concretó. Cuando por fin lograron reunirse las imposibles condiciones económicas que planteó Pia Barragan fueron la forma elegante de darle un portazo. No le despertó la menor curiosidad saber que el el editor del film fuera José Salcedo, el español que había trabajado con Luis Buñuel y Pedro Almodóvar, ni que Piffano llevara once años rodando su documental. Pía prefirió dar una clase magistral sobre cómo hacer películas rentables que funcionaran en su distribución con lo que el antropólogo salió furioso del lugar. Pía Barragán no recuerda esta reunión.
Germán Piffano no claudicó. En junio del 2014, exhibida en las salas de Royal Films, Infierno o paraíso completó 11 semanas seguidas en cartelera y acumuló 10 mil espectadores, una cifra nada despreciable para un documental.
Cuatro años y 800 millones de pesos le costaron al cineasta vallecaucano Carlos Palau hacer La Caravana de Gardel. Cuando la terminó se la envió a Pía Barragán. Pasaron 15 días y, ante el silencio de Cine Colombia, Palau preguntó por su película. Nadie en la empresa la había visto. La caravana de Gardel es otra de esas películas que, aunque fueron realizadas, nunca pudieron ser estrenadas en Circuito Comercial
Un caso aún más penoso fue el de Las tetas de mi madre, la película dirigida por Carlos Zapata que trata el tema del incesto y que tampoco fue estrenada comercialmente. Nadie, ni siquiera los mismos productores del filme, se atrevieron a nombrar lo que le había sucedido: Las tetas de mi madre fue víctima de un veto. Hubo acercamientos entre la productora y Cine Colombia. Había una fecha tentativa, la del 5 de noviembre del 2015. La llegada de la última película de James Bond y lo “subido de tono” de la obra, impidieron su estreno. Actualmente lleva seis meses de exhibición ininterrumpidos en Cine Tonalá y ha acumulado 13 mil espectadores. Quise comprar boletas para verla pero no pude; están agotadas hasta mediados de junio. Los que lo han visto dicen que es una joya, un clásico inmediato que muchos espectadores hipotéticos no pudieron ver por el mal criterio de selección de Cine Colombia.
Los creadores de las Tetas de mi madre no lamentan el veto comercial. Lograr un acuerdo con Cine Colombia da prestigio pero no dinero. Mientras las producciones norteamericanas no pagan un solo peso por la sala, las películas colombianas deben pagar 1.300.000 pesos la primera semana y en el caso milagroso que la película sobreviva siete días más se incrementaría el alquiler a 1.700.000 pesos. Cine Colombia además se queda con el 65 por ciento de la taquilla. Es mejor para el cine de autor ser exhibido en la Cinemateca Distrital, en la Universidad Central o en Tonalá
Pero eso sí, cuando una película le apasiona, no ahorra esfuerzos en apoyarla como ha ocurrido con documentales como Don Ca o Todo comenzó por el fin de Luis Ospina que se estrenó en Colombia después de pasearse por festivales como el de Toronto, Tokio y Nueva York, y que recibió un trato benevolente tratándose de un documental de casi cuatro horas. Al menos su estreno fue con todas las de ley y estuvo en 12 teatros durante 2 semanas. Casi todas las funciones fueron al mediodía. La audiencia se quedó con ganas de más como lo confirma su permanencia en cine Tonalá en Bogotá y la Cinemateca de La Tertulia de Cali con lleno completo durante más de dos meses.
La suerte de una película en Colombia depende de Cine Colombia, igual que la de los libros depende de la Librería Nacional. Ambos negocios privados tienen monopolizado la distribución de películas y libros. Cine Colombia controla el 65 % de la taquilla, de ahí el poder de la gerente de distribución.
Respetado por buena parte de la crítica, temido por los cineastas, el criterio de Pía Barragán, a veces nublado por las presiones de Hollywood, manda. Exdirectora cultural de Caracol, capaz de sostener una conversación fluida en seis idiomas y amante del buen cine, los que han trabajado con ella hablan de su capacidad de trabajo y su erudición.
Su cargo en Cine Colombia la ha puesto en el centro del debate mediático. La propia ministra de cultura anotó que había que buscar cerrar el círculo y que los 8.000 millones de pesos que entrega cada año el Fondo de Cinematografía a los proyectos nacionales debían ser sometidos al veredicto del público, dándole la oportunidad de verlas.
Por ahora está maniatada: el imperio de Hollywood es el único capaz de imponerse ante la dureza de la zarina del cine colombiano.