Pocos tienen tanto poder a la hora de hablar de arte en Estados Unidos que los coleccionistas Don y Mera Rubell. En 2012 ellos adquirieron una parte importante de la obra de Óscar Murillo y le dejaron utilizar su espacio en Miami para trabajar y exponer, un gran salto para un joven nacido en La paila, Valle del Cauca, y que en el 2011 vendía cada uno de sus cuadros en 7.000 dólares.
Dos años después y tras una intensa campaña publicitaria bajo la batuta de los Rubell, Murillo vendió un cuadro en la subasta Phillips por 400.000 dólares. Algunos medios nacionales dijeron que el comprador había sido, ni más ni menos, que Leonardo Di Caprio. El fenómeno Murillo estalló en Londres, Nueva York y, sobre todo, en algunas emisoras colombianas. Los Rubell, interesados en valorizarlo, lo comparaban con el artista callejero Jean-Michel Basquiat y sus obras eran expuestas colectivamente en galerías de Los Ángeles, Berlín, Nueva York, Milán y Londres, y, además, cinco de sus pinturas estaban de manera permanente en la casa de los Rubell en Miami.
Ante el repentino éxito no tardaron los cuestionamientos. Los críticos, casi que unánimemente, le reprochaban su “utilización pobre de recursos como el grafiti”(…) “y un manejo fortuito del desnudo masculino”, tal y como lo reconoce el especialista de arte Halim Badawi, de explotar la pobreza en la que nació en el peor estilo de la porno-miseria, de que el coleccionista Charles Saatchi había inflado el precio de sus obras, que había plagiado a varios artistas, entre ellos al pintor estadounidense Joe Bradley, para quien trabajó un tiempo, que nadie había escrito sobre su pintura, que todos los museos- el lugar donde reposa el verdadero arte- le hacían el quite y que nunca había hecho una exposición individual.
Las malas críticas hicieron que el gobierno colombiano no lo incluyera en Arco 2015, la feria de arte de Madrid. Ésta exclusión generó la indignación de varios medios, especialmente de La W. Julio Sánchez Cristo, amigo del matrimonio Rubell, no solo usó la tribuna de su programa en la mañana para mostrar que “Óscar Murillo es el artista contemporáneo que tiene Colombia” sino que empezó una guerra de trinos en donde se preguntaba: “¿Cuánto nos va a costar Arco-Colombia? ¿Quién lo va a pagar? ¿¿Cómo vamos a explicar el veto a Murillo???????” o “La noticia en febrero de 2015 con el Pdte Santos de visita estatal a España,es que ArcoColombia no invitó a Murillo..por exceso de éxito”, “Murillo no tiene galeria en Colombia,como Doris Salcedo o como Botero...pero esa no es la razón para excluirlo...esa es la disculpa”, “Le critican que es un artista inflado mediáticamente, ese seria el pecado del maestro Murillo.....vender caro. ¿qué tal?” “Y ahora viene lo de siempre.....mientras el mundo aplaude a este modesto valluno, en Arco Colombia es un desconocido....no lo invitaron” “Murillo es un muchacho de 25 años, que nació en La Paila, Valle del Cauca, se radicó en Londres, estudió, pintó y venció”. Fueron cerca de treinta trinos los que puso ese 2 de octubre del 2014 y la presión dio sus frutos.
El gobierno colombiano empezó a gestionar la posibilidad que la obra del pintor valluno fuera expuesta en el Museo Reina Sofía. Julio, complacido, tuiteó aliviado: “Todo indica que [la exposición de Murillo] podría ser en el Palacio de Cibeles. ARCO Colombia sin Murillo es [como] la selección Colombia sin James, dicen los expertos”. Los funcionarios del museo dieron la negativa debido a lo cuestionada que era la obra de Murillo.
Como consuelo les tocó exponer en el Centro Cultural Daoíz y Velarde de Madrid, cuya construcción y manejo estaba curtida por rumores de corrupción y que, en términos artísticos, no tenía ninguna legitimidad. Los que estuvieron allí en febrero del 2015 decían que era un familiar del propio Murillo el que decidía quién entraba a la exposición. Adentro entregaba una fotocopia en donde invitaba a conectarse con la galería Carlos/Ishikawa en Londres por si alguno estaba interesado en comprar un cuadro, un privilegio que ningún artista pudo tener en ARCO. Ese día se vendió toda la muestra.
Un año después la burbuja de Óscar Murillo parece haberse desinflado. Las críticas por sus recientes trabajos han sido implacables en los medios especialidados del mundo del arte, y sus últimas obras no se vendieron en las subastas de Sotheby’s en Nueva York y en la Phillps London. Según conocedores, los Rubell, ya se habrían distanciado del colombiano.
Parece que se va a cumplir la opinión que tuvieron los críticos en su momento sobre la obra de Murillo: dentro de una década ya nadie lo recordará.
