En medio de paredes blancas y muros de colores que alegran el alma, fotografías y cartas que arrugan el corazón, maquetas que reflejan sus recuerdos y sillas alrededor para quienes quieran sentarse a recordar y a leer, estaba ella; robusta, senos grandes, de 1.55 metros de estatura, aproximadamente, piel limpia, aparentemente suave y sin una gota de maquillaje; zapaticos grises, jeans y una camisa naranja que indicaba que trabajaba en el Museo de la Memoria.
Orlinda de las Misericordias Mesa Monsalve, o como la llaman sus compañeros de trabajo Morbolinda, es una mujer de 50 años, que ha luchado por ella y sus cuatro hijos. Orgullosa, muy expresiva y con un brillo en sus ojos que cautiva cuando habla de ellos, en especial de su hijo Andrés Felipe Mesa Ramírez,
El 15 de mayo de 2007 Andrés se levantó a las ocho de la mañana como solía hacerlo normalmente, se sentó dispuesto a desayunar pero su padrastro, Darío Antonio Castaño, no lo dejó hasta que se bañara, como es costumbre en la casa de Orlinda. “Mi esposo es muy cansón, ni siquiera a mí me deja desayunar sin bañarme”. Andrés se bañó y se puso una camiseta azul, su madre lo recuerda bien. Antes de salir a buscar trabajo en el Centro de Medellín, después de meses de desempleo, su madre lo despidió, le dijo “Dios lo bendiga mijo”, como todos los días.
Andrés salió entusiasmado por trabajar pero, no solo no obtuvo el trabajo sino que nunca más volvió. Tenía 19 años, era de tez blanca, delgado, de cejas tupidas y atractivo; era muy buen hijo, atento, generoso, siempre compartía el sueldo con su mamá aunque fueran 5.000 pesos. Era un joven alegre y feliz, y mucho más si estaba en su casa con su familia tomando un poco y escuchando su ranchera favorita El Perrazo.
Después de esa mañana pasaron varias semanas y se sumaron ocho meses sin que Orlinda denunciara la desaparición de su hijo. Durante los primeros días estuvo tranquila, pensaba que su hijo estaba en el Centro vendiendo vicio, aunque era muy extraño que no la llamara, como en ocasiones pasadas, para que le llevara el almuerzo. Al pasar el tiempo comenzó a desesperarse y peor aún con los chismes y rumores de personas del barrio Picachito, donde vive Orlinda, que hablaban del paradero de su hijo, “me dijeron que se había ido con un circo para un pueblo”.
La incertidumbre fue creciendo sin ninguna señal de vida de su hijo. Cuando por fin decidió denunciar la desaparición, no obtuvo resultados. Se cumplieron tres años de su partida y finalmente un día la juez del caso la llamó para confirmarle que habían encontrado a su hijo en el municipio de Segovia, que el muchacho había muerto el 17 de mayo de 2007, dos días después de su desaparición, aparentemente en un enfrentamiento militar.
Unos días antes Orlinda había encomendado a su hijo en oración, en la iglesia San Miguel Arcángel del barrio Villahermosa. Casualmente un día miércoles, día en que ella siempre visitaba el lugar, recibió la noticia de que su hijo había aparecido. Tuvo una mezcla de emociones, sintió una inmensa tristeza que aún empaña sus ojos.
Desesperada pidió la ayuda de sus amigos para recolectar dinero para viajar a Segovia por las pruebas y el cuerpo de su hijo, que había sido enterrado como NN el 18 de marzo del año de su muerte. Reunió 300.000 pesos y viajó con su esposo para poder tener a su hijo de nuevo junto a ella.
Andrés Felipe fue engañado con esperanzas de trabajo y capturado ilegalmente por miembros del Ejército de Colombia, quienes le hicieron tres disparos en el pecho y así derrumbaron sus sueños. Luego lo dejaron en la calle, en calzoncillos y con disparos de diferentes armas; lo hicieron pasar como un guerrillero que murió en combate contra el ejército, como muchas víctimas de la época.
“En el amanecer del 17 de marzo en medio de la Operación Prócer, misión táctica El Ángel, había poca visibilidad por el clima alrededor del área donde acampaban los cuatro militares implicados en la muerte de Andrés. Según los soldados, comenzaron a ser atacados, y sin poder observar bien a los agresores, comenzaron a disparar y de repente huyeron los bandidos y solo murió uno de ellos, Andrés”, así lo relataban los militares en el Informe de la Fiscalía.
Al término del enfrentamiento, cinco a diez minutos según fuentes militares, durante los cuales dispararon continuamente, murió el “bandido”. Los soldados trasladaron el cuerpo de Andrés a Segovia donde fue encontrado en la calle.
Orlinda Mesa, una mujer humilde, y vulnerable por la muerte de su hijo, comenzó y terminó el proceso de Andrés sola. Al fin logró llevar los “huesitos de su hijo”, como dice ella, al cementerio San Pedro, en Medellín, más cerca suyo y de sus tres hermanos.
Con el firme conocimiento que tenía de su hijo y con la perseverancia que la caracteriza logró demostrar, gracias a la juez encargada y a la Fiscalía, que su Andrés hacía parte de un falso positivo, al igual que miles de inocentes que fueron ilusionados o sacados de sus casas para morir, como supuestos guerrilleros, en combates y enfrentamientos que nunca existieron.
Hoy, siete años después de la desaparición y muerte de su hijo, ha logrado rehacer su vida en compañía de su familia y gracias a la nueva oportunidad que le dio la vida de trabajar, justamente, en el Museo Casa de la Memoria de Medellín, un lugar que nació para recordar a las víctimas, para no olvidar, aprender y entender.
*Este fue el texto ganador del seminario Seminario Agenda Global 2014
La internacionalización de los territorios, de las localidades, de pueblos y ciudades, ha hecho que el mundo sea más chiquito, más cercano, que todo se sepa, que todo se difunda, que nada sea extraño. Ese acercamiento, que permite que el mundo sea hoy un solo lugar lleno de lugares comunes, había que mirarlo desde la perspectiva periodística de aquí y de allá.
Por eso la ACI, la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana, convocó a los periodistas locales y extranjeros para que entre todos se plantearan los retos que trae la internacionalización para el ejercicio profesional del periodismo.
Entre los ponentes estuvieron: Manuel Campo Vidal, doctor en sociología, licenciado en periodismo de la Universidad de Barcelona (España); María del Carmen Pardo López, licenciada en económicas y empresariales Universidad de Santiago de Compostela, máster en Unión Europea (España). El chileno Samuel Silva, director editorial de la revista América Economía. Los colombianos Alberto Salcedo Ramos (cronista); Pacho Escobar (editor de Las Dos Orillas); Francisco Miranda (editor consejero de la revista Semana). Con ellos como expositores se entablaron diálogos, conversatorios, debates y charlas que hicieron posible la reflexión y el aprendizaje.
Además, el evento permitió que ponentes y asistentes conocieran en terreno las principales iniciativas que el gobierno de Medellín impulsa para el desarrollo de la ciudad y que la ACI fortalece mediante su gestión de internacionalización
La conclusión fue que la mirada que tiene el periodismo de regiones y ciudades, debe entenderse de manera más amplia, pues desde la visión local se construye y aporta a la sostenibilidad del desarrollo que la internacionalización facilita y fortalece. De ahí la importancia que tiene el ejercicio periodístico responsable y sensato, que no ciego ni encubridor. Es necesario que el papel del periodismo sea vigilante y constructivo para que, más allá de críticas de tendencia política, permita difundir los logros más importantes del desarrollo de los territorios para propiciar su sostenibilidad en beneficio de la gente.
“Agenda Global pretende que la prensa local y nacional sea consciente de su rol como actor esencial de la internacionalización de sus territorios y, por tanto, determinante en la elaboración de un nuevo imaginario, positivo, de bases sólidas, sobre Medellín, Antioquia y Colombia. Los medios influyen en la opinión pública y, por lo tanto, afectan o benefician nuestra imagen; asunto básico para el éxito de gestiones que encuentran en el exterior grandes oportunidades en términos de atracción de inversión y captación de cooperación”, afirmó Daniel Vásquez, subdirector de posicionamiento de la ACI.
Periodismo Global contó con el apoyo de la Universidad de Antioquia, la Colegiatura, revista Semana, América Economía (Chile) y Las Dos Orillas