Tal vez el símbolo mayor de los renegados de la izquierda sea Trostki, asesinado en México por orden de Stalin. El padrecito también se cuidó de ordenar la eliminación de todos los dirigentes del politburó que acompañó a Lenin. Uno a uno los fue defenestrando, los separó de los cargos, los humilló en privado, luego en público y los sacó de las fotografías oficiales como paso previo a la liquidación física.
Sin embargo muchos de ellos, incluído Trostki, no fueron propiamente renegados. Por el contrario, en algunos casos, el mantenerse en posiciones clásicas de izquierda les costó la cuchilla en el cuello. Antes Danton habría de manchar su peluca en sangre ante la guillotina de Robespierre, la misma que más tarde le tajaría la nuca al incorruptible. Y hasta en la literatura bíblica Judas Iscariote no tuvo reparo en vender al líder.
No hay proceso social que no haya tenido una gran división o un gran contradictor. Justo en el momento en que se prepara la victoria del movimiento nace el mito del renegado. Siempre entre los que firman el manifiesto del golpe final está la rúbrica de quien incuba el próximo llamamiento contrarrevolucionario. Bolívar lo tuvo en Santander y antes el mismo Bolívar lo fue de Miranda.
La revolución cubana tuvo varios, tal vez el más importante Huber Matos. Acompañó a Fidel en el Movimiento 26 de julio, lucho contra Batista y antes de que los eufóricos apagaran sus consignas el día de la victoria en la plaza de la Revolución con el triunfo del 59 ya estaba produciendo agrieras en los intestinos del Jefe, que lo guardo 20 años en prisión en la Isla de la Juventud, luego de perdonarle la vida. Por cierto, es detenido por Camilo Cienfuegos, quien de paso hace parte de la leyenda negra de haber “sido accidentado” en medio de una lucha de egos. Algo similar se dice de la decisión que tomó el Ché y su posterior abandono en Bolivia por parte de Fidel y también del propio Partido Comunista boliviano.
En “Fusilemos la noche” filme de la austriaca Tina Leisch se sugiere que al poeta salvadoreño Roque Dalton lo ordenan matar sus compañeros. Dentro de ellos el famoso opinólogo mediático Joaquín Villalobos.
Una fabulosa crónica de García Márquez cuenta la gesta de Edén Pastora, el Comandante Cero, en la toma del Palacio Nacional de Nicaragua: La toma de los chanchos. Pero igual, muy pronto vimos a Pastora fundar la Alianza Contra para combatir a sus antiguos compañeros: “vi cómo nos hacíamos somocistas, como nos metíamos en las mansiones de los somocistas a vivir como somocistas, a comer como somocistas y a acostarnos con las mujeres somocistas”. No hay que olvidar que los cerdos que lideraron la Rebelión de la Granja de George Orwell terminaron asumiendo el tipo de vida que combatieron.
No hay la menor duda de que el día que Salvador Allende nombraba Comandante en Jefe del Ejército chileno a Augusto Pinochet, éste amasaba en su bolsillo el borrador del golpe de Estado que dirigiría 19 días después.
Cuando Chávez en Venezuela derrotó al binomio adeco-copeyano y perfiló el nuevo discurso socialista se esperaba ver en primera fila a Douglas Bravo y Teodoro Petkoff. No sucedió así. Douglas, jefe guerrillero en los 60s (se decía de él que era el Marulanda venezolano) interpretó el triunfo del chavismo como una pirueta contrarrevolucionaria de la CIA y Petkoff, fundador del MAS, quedó del lado socialcristiano por haber sido ministro del gobierno residual de Caldera.
Pero el auténtico renegado venezolano, para no perder el hilo de la historia, es el general Raúl Isaías Baduel. En 1982 fundó con Chávez y dos militares más el Movimiento Bolivariano Revolucionario, MBR; lo hizo jurando bajo la sombra del Samán de Guere. Aunque no participa del fallido golpe de Estado de Chávez en el 92, en el 2002 siendo Comandante de la Brigada de Paracaidistas del Ejército se pone al frente de la restitución de la democracia afectada por el sainete de Pedro Carmona (Pedro el Breve) y rescata de la prisión a Chávez reinstalándolo en Miraflores.
Y es en el 2007, luego de haber sido ascendido a General en Jefe, ser Ministro de la Defensa y haber sido retirado del servicio cuando se pronuncia contra el gobierno chavista pidiendo una Asamblea Nacional Constituyente para evitar que “el país cometa el error de nominalmente llamarse socialista y en realidad practicar un capitalismo de Estado". A partir de ese momento sus excompañeros lo matriculan de ladrón y en el 2009 lo condenan a pagar una pena de 8 años de cárcel.
En Colombia Jaime Arenas escribió en “La guerrilla por dentro”, como el ELN en los 60 y 70 cayó en una paranoica actitud en donde los hermanos Vásquez Castaño se dieron a la tarea de aniquilar a sus combatientes por nimiedades como la desaparición de trozos de panela del pírrico inventario ambulante. El autor no alcanza a verificar si su libro es trabajo del editor o la versión pirata porque 2 meses después cae sin vida en una calle bogotana bajo balas amigas. Quienes instrumentaron al gatillero lo siguen llamando el “finado delator”, de la misma manera como ciertos círculos ridiculizaban a Regis Debray en los cafés europeos. Hoy día el otrora grandilocuente Fabio Vásquez Castaño lucha contra las sombras instaladas en su cabeza mientras pierde el equilibrio en mares de alcohol en la Habana. Es la locura de la guerra.
O que tal el caso de las Matanza de Tacueyó en donde dos “Comandantes” José Fedor Rey y Hernando Pizarro Leongomez resolvieron asesinar a toda la guerrillada, 164 seres humanos, para poder purgar a los “infiltrados del enemigo”.
Se necesitaría un libro para resumir los cambios de bando de los asediados por las ansias de poder o mordidos por la serpiente de la impaciencia. Es famosa la lista que encabeza don Hernando Santos quien fuera un militante muy disciplinado del Partido de Viera y quien luego se convirtió en el gran Catón dirigiendo el periódico del establecimiento. Carlos Lemos Simmonds distribuyó chapolas clandestinas en sus años universitarios y luego en el poder le colgó la lápida a Bernardo Jaramillo. Todo un movimiento dirigido por el “Compañero Jefe” Alfonso López Michelsen defendió la Revolución cubana cuando necesitó de los camaradas para montarle la disidencia del MRL al glorioso partido liberal y luego desde el sillón presidencial dictó el toque de queda para acorralar a los manifestantes del Paro Cívico del 77.
Ningun movimiento criollo se ha escapado de tener hábiles dirigentes “salta tapias”; mientras el padre Belisaurio recitaba a los piedracielistas y se preparaba para ausentarse de su responsabilidad en las tomas del Palacio de Justicia, su hijo Diego embadurnaba de afiches del Moir las paredes. Este mismo movimiento le preparó a los gobiernos neoliberales adelantados alumnos tecnócratas como César Pardo Villalba y decenas más.
El Partido Comunista Colombiano y sus cíclicas escisiones se convirtieron en la principal escuela de cuadros de futuros ministros bipartidistas.
Nada tan macondiano como Rosemberg Pabón, el otrora comandante 1, entregándole en ceremonia marcial la espada de Bolívar a Álvaro Uribe Vélez y llamándolo “mi comandante” en compañía de Everth Bustamante en un consejo de ministros. El EPL ha tenido en Carlos Franco y Darío Mejía obedientes arietes en esas mismas huestes. Se dice que el trabajo sindical más importante de la época revolucionaria armada de éste grupo se pasó en masa a las filas de los paramilitares en Antioquia. En esa misma camada construyó su retórica el inefable José Obdulio Gaviria.
En la extrema derecha encontraron su tienda figuras que animaron en la universidad diversos círculos contestatarios como Alfredo Rangel y Luis Carlos Restrepo.
Este breve relicario muestra el narcótico efecto que ha hecho entre nuestros líderes El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. No importa lo que haya que hacer en aras de obtener hilachas de poder; aún si es preciso pisotear el vientre que nos dio la vida.
Esto hace más enorme la figura de un sencillo hombre que con su práctica diaria nos ha enseñado el significado de la palabra coherencia: José Mujica. “Pepe” Mujica acompañado del tesón y el estoicismo esperó hasta que la razón y la historia lo instalaran en el sillón presidencial para firmar y ejecutar lo que había recitado toda la vida. Al terminar la labor vuelve a su chagra a alimentar sus gallinas sin robarle un céntimo al erario. La vida está infestada de renegados, Mujicas, uno solo.
Por: Mario López
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