Las fatigas del querer
Opinión

Las fatigas del querer

Por:
mayo 21, 2015
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Cuando Vargas Lleras anunció con megáfono que Cárdenas Santamaría lo tenía “fatigado”, pensé que se les había roto el amor de tanto usarlo, de tanto loco abrazo sin medida, como suele suceder con montones de parejas aquí y allá. Incluso creí verle una lágrima rodada. Pero conté hasta diez y volví a pensar, y otra vez, de la nada, la bendita canción me nubló el pensamiento.

Me alimenté de ti/ por mucho tiempo, / nos devoramos vivos/ como fieras.

Ah caramba.

Lo intenté de nuevo, a la tercera va la vencida, y, la verdad, me pareció que a Germán se le había ido la mano con Mauricio; eso de entonar semejante confesión de boca, sin que nadie se lo hubiese solicitado, sonó a despecho de rockola al amanecer. Hip. Porque si alguien ha devorado a alguien, en este caso, es el fatigado al fatigoso alimentando su apetito de amo y señor de las autopistas 4G con la billetera del amo y señor de las finanzas públicas.

(No se trata de tomar partido, de ello se ocupan Barguil, Galán y demás miembros de la cofradía de los que “leen por encimita”. Ah, y Benedetti, tan pronto de lengua que es. Ambos –el vice y el ministro– se proyectan preparados y trabajadores, sobrados en cuanto a soberbia se refiere, ambiciosos, candidatos en campaña fungiendo de jefes de cartera. El primero cuenta, además de con las ganas y el genio parejo, con el guiño cautivo de Juan Manuel Santos y el empujoncito inesperado del CD en el consomé del Equilibrio de Poderes; el segundo, además de con la chequera y la masa corporal, con el apoyo del lipoesculpido DNC. Ambos creen que la historia de sus respectivas administraciones comenzó con ellos).

Es que eso de los enamoramientos súbitos es asunto peligroso que puede terminar mal, sobre todo si surgen de intereses en lugar de instintos, tal cual se evidencia en los desencuentros del vicepresidente y el minhacienda, los más notorios –no los únicos– del gabinete de Santos. (Si fueran mujeres, alguna revista ya habría titulado en portada: “Pelea de verduleras”).

¿Y el presidente? Ahí. Posando para la historia patria idéntico a como posó Clinton para la mundial, con Rabin a su izquierda y Arafat a la derecha dándose la mano (Oslo, septiembre 1993). Sorbiendo hasta la última gota de la pócima denominada “la crisis de la reelección”, vieja conocida en Estados Unidos y demás países que tienen tradición reelectoral. En Colombia es una embriaguez apenas redescubierta.

Por donde se mire, al interior y al exterior del  gobierno, la tal crisis de la reelección –“las fatigas del querer” que llamamos los románticos– se siente densa. Como dicen en la Bolsa, todo cierra a la baja cada noche: la satisfacción, la confianza, la esperanza…, después de que las presentadoras de los noticieros nos mandan a dormir con un “hasta mañana, que descansen”. Con o sin sorna, no lo sé. Con tristeza de muchísimos colombianos, seguro. No porque haya disenso en las altas esferas, este será  siempre bienvenido en cualquier parte; porque hay, lo parece, falta de liderazgo, egos superlativos y choques de intereses personales. Anotarlo no me hace apocalíptica, si acaso dolorosamente realista.

Pésimo estado de ánimo, el desánimo, para salvaguardar una democracia a la que devoramos como fieras, un posible posconflicto que nos desvela y una contienda electoral–recordar que aquí la política es mayormente electorera- que sospechamos, con fundamentos, estará repleta de bajas campañas. (Por lo pronto, la lucha por la presidencia ya botó el hervor en palacio).

Jamás pensamos nunca/ en el invierno, / pero el invierno llega, / aunque no quieras.

Se le acabó al equipo presidencial el otoño antes de tiempo, de las ramas despobladas se ven caer funcionarios. Unos por gusto, otros por disgusto, a varios de ellos se les llegó la fecha de caducidad. Se nos rompió el amor de tanto usarlo. ¿O era un brote de enamoramiento? Ojalá, por el bien del país y de nosotros –usted y yo- los reemplazos que faltan no sean pagos de favores como en la primera Luna, digo, gota, que cayó del gotero; tampoco simples cambios de factores que no alterarán el producto. Y, ojalá, los protagonistas de la penosa pelea de “verduleros”, no se hayan hecho pistola con la mano que no se dieron. Ojalá.

COPETE DE CREMA 1: No pude escribir sobre la tromba de la quebrada La Liboriana, ni reflejar la sicosis de muerte que se vive en la zona. No pude borrar del mapa el corregimiento La Margarita, ni la certeza de que la tragedia era evitable. No pude traducir el dolor, ni dejar de sentir impotencia ante una realidad tan vengativa. No pude parar de llorar cada que intentaba iniciar la columna que no fue. No pude hacerlo. Salgar es un nudo que tengo donde nacen las palabras.

COPETE DE CREMA 2: Por algunas semanas no aparecerá esta columna. “Hasta mañana, que descansen”.

 

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