Hace pocas semanas terminó la maravillosa serie Cosmos, una odisea de tiempo y espacio, la continuación después de 30 años de una serie que marcó de forma definitiva mi vida: Cosmos, un viaje personal.
Cuando era una niña esperaba con ansia los capítulos que pasaban por televisión nacional los fines de semana en la noche. Cuando salió el libro convencí a mi padre que me lo comprara y lo devoré. Por extraño que parezca, mis sueños se empezaron a poblar con bibliotecas que visitaba mientras dormía. Desde esa época decidí que cuando grande quería dedicarme a la ciencia, y en alguna medida eso fue lo que me llevó a estudiar física.
Si bien en los últimos años mi vida ha seguido otros rumbos, no puedo negar que mi formación sigue estando presente en los proyectos que desarrollo. Son como unos viejos hábitos que nunca se abandonan del todo.
Quizás por eso, viendo el final de la nueva serie, sentí una emoción profunda cuando Neil deGrasse Tyson hablaba de las reglas trás el método científico… “Cuestiona la autoridad. Ninguna idea es verdadera solo porque alguien dice que lo es, incluyéndome a mí. Piensa por ti mismo. Cuestiónate a ti mismo. No creas nada solo porque quieres creerlo. Creer algo no lo hace verdadero. Pon a prueba las ideas con la evidencia obtenida de observaciones y experimentos. Si tu idea favorita no supera una prueba bien diseñada, es errónea. Supéralo. Sigue a la evidencia, donde sea que te lleve. Si es que no tienes evidencia, reserva el juicio. Y tal vez la regla más importante de todas... Recuerda que puedes estar equivocado.”
Supongo que vivir con este credo no es algo fácil en un mundo donde permanentemente somos bombardeados con información y donde difícilmente practicamos la premisa de cuestionar, formar una opinión propia, buscar evidencias e incluso darse la oportunidad de decir que nos hemos equivocado.
Tenía estas ideas en la cabeza cuando leí una noticia de El Tiempo que hablaba sobre la dura pelea que aún falta dar en el país contra la piratería. En la nota se promociona la campaña “Hagas lo que Hagas. Juega Limpio”, y sin el menor análisis se limitaban a repetir las cifras que había presentado el gobierno… “La ciberdelincuencia por uso de software pirata ha impactado a 378 millones de personas en el mundo; 3 millones de usuarios de TV paga no están reportados ante la Antv, 89 % de las descargas ilegales de música en el país son de música colombiana, más de 100 millones de dólares se pierden por la piratería de textos escolares, libros por internet, libros universitarios en papel y libros vendidos en semáforos.”
Las cifras llamaron mi atención no solo porque en un simple párrafo, a modo de colcha de retazos, van mezclando datos mundiales con datos locales y categorías completamente diferentes: software, TV paga, descargas de música y libros. Lo que me pareció más preocupante es que son datos completamente fuera de contexto. No hay información de las fuentes de estas cifras, ni siquiera se habla de la temporalidad; si corresponden a mediciones tomadas en el último año, en el último decenio, durante el último mandato, en un día o en un mes. Tampoco se explica cómo fueron tomadas ni se señalan los instrumentos con los que se recaudó la información.
Sin embargo, aparentemente, son estos datos los que no solo llenan los periódicos sino los que definen una agenda de política pública y, por tanto, determinan las acciones del gobierno. En última, son las justificaciones detrás de proyectos de ley y algunas de las reglamentaciones sobre el uso de Internet.
Al revisar la página de la campaña encontré casi la misma nota de prensa que ya había leído con una información adicional que resulta esclarecedora: “La campaña reúne a la Dirección Nacional de Derechos de Autor, Superintendencia de Industria y Comercio, Alta Consejería para la Seguridad y Convivencia, Embajada de Estados Unidos, Andi, Oracle, Bayer, Microsoft, Cámara Colombiana del Libro, Antv y Directv”.
En este punto es donde una puede empezar a aplicar el método científico.
Empecemos con cuestionar la autoridad. ¿Son estas empresas y entidades quienes pueden recaudar la información sobre piratería en el país? Si lo hacen, ¿pueden mantener la imparcialidad y analizar objetivamente la información?
Ahora, pongamos a prueba las ideas, y consideremos la cifra de los más de 100 millones de dólares que se pierden por la piratería de libros. Asumamos que esta cifra corresponde al mercado nacional en Colombia durante el último año. 100 millones de dólares son 200 billones de pesos y supongamos que un libro cuesta $50.000 en promedio, esto nos daría 4 millones de libros. En el país vivimos unas 48 millones de personas, así que podríamos decir que una de cada 12 personas en el país adquiere un libro pirata al año. Pongámoslo en porcentaje: 8 % de los habitantes del país adquieren un libro pirata al año, o mejor 92 % de los colombianos adquieren libros legalmente. No parece una idea tan terrible, ¿cierto? Pero por supuesto, estoy haciendo una suposición y podría estar equivocada. ¿Le pasará lo mismo al gobierno?
@mapisaro
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