Los proyectos de Rafael Gómezbarros son interesantes porque se trata de series que trabajan la función artística en relación con lo político-social. La galería Saatchi en Londres presentó su trabajo con enormes hormigas de un metro que, primero instaló en la Congreso de la República. Insectos realizados con cráneos disecados que conllevan toda la connotación de la realidad nacional, donde los secuestrados, los paracos, los narcotraficantes, violencia, fosas comunes y hasta corrupción son parte de un discurso encriptado en metáforas de la política. El arte contemporáneo es así. Los artistas se comunican de una forma distinta.
La serie de La casa tomada viene del título de un libro de Julio Cortázar que es interesante porque se trata de la vida de dos seres humanos que abrumados por los ruidos se van tomando la casa que, ellos le van cerrando las puertas de las alcobas para eludir el mundo y acaban en la puerta de su casa. Con la llave pero sin “la casa" que ha sido “tomada” por ruidos psicológicos que evitan, mientras se cierran las puertas de cada cuarto. Se aíslan los fenómenos de desplazamiento interno, una forma de dejar el mundo personal por miedos. Qué más ejemplo para un Congreso corrupto.
Este artista los reduce a traducir la realidad que va a presentar en la Quinta de San Pedro Alejandrino en el próximo septiembre con cinco instalaciones. La casa de Bolívar se convierte en matáfora. La serie del Ángel que quiso volar donde cincuenta manos, que significan palomas de paz en cerámica estática, vuelan a la gloria sin volar y tienen como título La decepción de los ancianos que, significa la pena sin gloria de los muchos años de violencia.
Gómezbarros trata de explicar el mundo inútil de la venganza colombiana y sus consecuencias. Porque le interesa la desilusión, la fuerza, la resistencia. Representar los límites extremos donde la fuerza tiene como contraposición a la fragilidad. Donde la ritualidad es parte de la magia de materiales nativos, como es la tierra, como es la fuerza de la naturaleza como parte de nuestra contradicción.
Sigue en la filosofía de China de los opuestos de lo bueno y lo malo, del Jin y Jang. Funcionan como supuestos de una realidad real clandestina. Y, la instalación de Somos humanos que en muy mala colectiva exhibe en estos días la galería El Cometa, Gómezbarros presenta una instalación de manos femeninas que se entrelazan en cerámica incumplida. Frágiles que con fuerza se entrelazan para ayudar a un herido o a cargar a un inválido en medio de lo lúdico que son columpios. Pero ellas vienen de la tierra y vuelven a la tierra. Ceniza eres por siempre jamás serás.
Todo su trabajo de series de proporciones enormes, y de simbólicas reflexiones, trata de traducir las cadenas de mujeres que entrelazadas son símbolos de movimiento, donde la ayuda del traslado de enfermos hace parte del nudo humano frágil. Y tiene el relato simbólico de que son columpios. Donde la gente juega al azar mientras los muertos se quedan sin tumbas.