La lectura que muchos medios hicieron de los resultados de las pruebas PISA (siglas en inglés de Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes) parece dejar en evidencia que, efectivamente, tenemos graves problemas en competencias lectoras en Colombia.
Educados en una comprensión demasiado literaria y estetizada de la lectura, hemos olvidado que leer significa, la mayor parte del tiempo, desenvolvernos en una vida cotidiana de señales, mapas, indicaciones y letreros. Sin embargo, la mayor parte de los colombianos no sabemos leer una tabla, un gráfico, un diagrama, unas instrucciones. Muchos ni siquiera están en capacidad de realizar una búsqueda en Google y menos en una biblioteca.
Síntoma de esta incapacidad, es el modo tan simplista en que leemos los resultados de una investigación. Sin preguntarnos siquiera cómo se realiza, a qué apunta, qué puede deducirse legítimamente de ella, si son extrapolables o no sus resultados a otras realidades, qué fenómenos detalla o siquiera qué pretende.
El periodismo científico no es, en Colombia, precisamente un ejemplo de claridad, pedagogía comprensiva y, mucho menos, crítica. El mejor ejemplo de ello es un artículo de Semana acerca de las pruebas PISA 2012 llamado “La lamentable paradoja: brutos pero felices”, en el que al final del texto nunca queda claro en qué momento las pruebas PISA resultaron idóneas y diseñadas para medir que alguien sea “bruto” y, tampoco, en qué se sustenta eso de que los mismos estudiantes son felices.
¿Bajo qué criterios leemos los resultados de las pruebas?, ¿estamos en capacidad de leerlas?, ¿son los reporteros que hicieron copy-paste de un comunicado de una agencia de noticias los mejores indicados para ayudarnos a interpretarlas?, ¿cuántos de aquellos que criticaron los resultados leyeron el informe en inglés publicado por la OCDE?
No soy estadístico, ni científico, pero admito que me interesa mucho la educación porque soy profesor. Llevo más de una década quejándome de las pobres competencias con las que llegan mis estudiantes al aula y estoy convencido de que es cierto eso de que no saben leer, pero tampoco creo que el periodismo colombiano sea la fuente más brillante y preclara del saber. Me gustaría mucho que el país se tomara más en serio estas pruebas y que el Icfes, por ejemplo, creara algunas indicaciones para “dummies” que nos permitieran comprender mejor qué dicen esas cientos de tablas y gráficos que allí aparecen.
Es preciso hacer un análisis menos melodramático de las pruebas PISA. Incluso, hay que ser un poco más radical y preguntarnos por la naturaleza, sentido y pertinencia de ese estudio como ya algunos académicos lo han planteado.
A ciertas personas les podrá parecer vergonzoso que el promedio de Colombia caiga 5 puntos en matemática, 10 en lectura y 3 en ciencias, lo que estadísticamente podría ser no representativo y decirnos, en cambio, que el país parece llevar una tendencia estable. Pero me parece más interesante preguntarnos por qué en el mismo periodo Manizales gana 15 puntos en matemáticas, 4 en lectura y 20 en ciencias, lo que, a todas luces, parece ser más significativo.
Como soy profesor y me preocupa estar realizando un trabajo medianamente decente, me gustaría saber qué hizo Manizales —en silencio, sin campañas mediáticas, sin mayores retóricas— para ganar 20 puntos en ciencias en 3 años. Algo deben estar haciendo bien y algo deberían estarnos enseñando los manizalitas a los demás colombianos.
Pero como el ejercicio de criticar parece no permitirnos optimismos como el que acabo de exhibir, les propongo ser aún más suspicaces y revisar los resultados de Bogotá.
La capital, entre 2009 y 2012, perdió 17 puntos en matemáticas, 24 en lectura y 23 en ciencias. ¿Qué pasó en Bogotá?, ¿en qué medida la caída de Bogotá afecta el total nacional? Estas preguntas preferiría resolverlas con algún técnico que me ayude a comprender mejor los resultados pero, evidentemente, si el país cae 3 puntos en ciencias mientras Bogotá pierde casi 8 veces más ese puntaje, algo pasó en la ciudad.
Muchos podrán salir a correr a decirle al alcalde Petro que esta es otra más de las desgracias que nos ha traído, pero lo cierto es que él recibió la ciudad el mismo año en que se aplicó la prueba. Si vamos a jugar al deporte nacional de buscar culpables, les propongo entonces hacernos una pregunta muy simple: ¿de qué políticas educativas son hijos los niños bogotanos de 15 años que presentaron la prueba en el 2012? Pues de Peñalosa, Mockus, Garzón y Moreno, a los que mil veces escuchamos decir que trabajaban por la educación, pero estoy seguro que ni el Partido Verde ni el Polo Democrático querrán decir ni media palabra sobre su responsabilidad con la juventud que educó para el día de hoy.
¿Qué tal si hacemos un juego mental y pensamos de qué Colombia son hijos los chicos de 15 años a los que hoy Semana llama “brutos”?