La casa una noche ardió. Jorgina salió justo a tiempo para ver cómo el fuego abrazaba el adobe, el techo de paja. Todo lo que tenía en el mundo se lo llevaban las llamas de un incendio provocado por sus vecinos, los mismos wayúu de La Guajira que la habían amenazado porque un día había dejado de ser Jorge para seguir el impulso de un alma que buscaba su verdadera sexualidad.
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Tenía cinco años cuando su papá le hizo saber lo que pensaba. Jorge no tenía la rudeza de los hombres de Uribia (La Guajira) y entre bromas pesadas se lo gritaba cuando se anegaba de aguardiente. Una madrugada, después de llegar zigzagueante y borracho a la casa, el hombre sacó la escopeta que tenía debajo de la cama, la cargó y se la puso en la frente a su hijo. Quería matarlo para borrar de un balazo la humillación de que le hubiera salido marica. Justo cuando iba a apretar el gatillo se arrepintió y lo dejó que siguiera creciendo con la esperanza de que las palizas lo enderezaran y lo volvieran un hombre. Pero nada de esto pasó y a los 25 años, ya siendo una mujer, los insultos y agravios la obligaron a abandonar su pueblo.
*Este artículo/video fue publicado originalmente en 2016 y hace parte de Sanar Narrando, un proyecto de Las2orillas
Producción, reportería y cámara: Alejandro Álvarez - Las2orillas
Texto: Iván Gallo - Las2orillas