“Alguien tiene que ser el primero”, dijo Pepe Mujica, presidente de Uruguay, en una entrevista con la prensa en junio de 2012 poco después de haber mandado a debate en el Parlamento el proyecto de ley de regulación de la marihuana.
Un año largo más tarde, y luego de numerosos debates y no poca controversia entre los diversos sectores políticos y entre organizaciones de la sociedad civil de ese país, este 31 de julio muy probablemente, si no pasa algo de última hora, se vote el proyecto en la Cámara de Diputados. Las expectativas son enormes porque la diferencia entre el número de diputados que apoya y el que se opone al proyecto puede ser de sólo un voto. A ambos lados del ring deben estar cruzándose los dedos.
No es por ganas de molestar al vecindario, ni a los Estados Unidos, ni al sistema de fiscalización de drogas de la ONU, ni para fastidiar a la oposición que el Gobierno uruguayo se ha embarcado en este proyecto. Es porque después de haber examinado los desastrosos resultados que han producido en el país las décadas de prohibición, la regulación se presenta como la alternativa más sana. No es nada del otro mundo. Otros países también han llegado a esa conclusión, pero hasta el momento les ha faltado el coraje y la voluntad política para seguir adelante. Esto que ha llevado ahora a Mujica a atreverse a “ser el primero”.
Mujica ha tenido el valor de lanzar este proyecto siendo presidente en ejercicio, algo que no pueden decir otros como Vicente Fox que ahora en su calidad de ex apoya y lidera personalmente una medida similar para México. O como los expresidentes César Gaviria y Fernando Henrique Cardoso, de la Comisión Global de Políticas de Drogas, hoy fuertes convencidos de los impactos negativos de la guerra estadounidense contra las drogas. Más vale tarde que nunca, pero qué distintas serían hoy las cosas si en su momento se hubieran atrevido a cuestionar la prohibición. ¿Qué pasaría si el presidente Obama, alguien de quien no es difícil imaginar que estaría a favor de la regulación del cannabis, se atreviera al menos a expresar lo que piensa? Hay otros, como Juan Manuel Santos y el presidente de Guatemala Pérez Molina que han tenido el coraje de hablar públicamente de la necesidad de cambio pero que se han quedado en el discurso de los foros internacionales porque no han impulsado en sus respectivos países medidas concretas de cambios en las leyes de drogas. Esto hace de Mujica y su equipo de gobierno algo excepcional.
No es un paso fácil. La oposición no ha desperdiciado la oportunidad de atacarlo. Cuando Mujica dijo recientemente que “los experimentos como este son implementados mejor en países pequeños, como Uruguay y Portugal, que sirven como laboratorios más controlados para que los países mayores los estudien.”, algunos en la oposición reaccionaron ofendidos preguntándose si "¿Nos toma por ratas el señor Presidente?"
Lo de laboratorios hace obviamente pensar en ratas. Sin embargo no fue descabellada la declaración del presidente, especialmente al nombrar junto con ellos a otro país, Portugal, cuyas experiencias con la despenalización del consumo y con los programas de atención sanitaria y reducción de daños para consumidores son un reconocido éxito en materia de políticas nacionales de drogas, incluso entre los sectores más recalcitrantes de las entidades dedicadas a las drogas en la ONU. También Holanda – otro país pequeño - se ha atrevido a experimentar con modelos de comercialización legal de drogas suaves. Igualmente con éxito, en términos de reducción del consumo, y de reducción de la criminalidad asociada a la distribución de las drogas.
Esto es precisamente lo que se propone la ley en Uruguay, atreviéndose a ir más lejos que Holanda y Portugal, al regular todas las fases del proceso, producción-distribución-consumo, quitándole a las mafias los ingresos que dejan la producción y venta, gravándolas, y garantizándole al consumidor una sustancia de buena calidad dentro de los marcos regulatorios. El proyecto es tan sensato que incluso el secretario general de la OEA José Miguel Insulza - que ha estado muy involucrado en el tema de las drogas últimamente - ha respaldado públicamente la propuesta uruguaya de legalizar el mercado de la marihuana, diciendo que “Uruguay está en condiciones de transitar nuevos caminos”. Y también: “No tenemos ninguna objeción a que este proceso siga adelante. No lo acompañamos de manera abierta porque no tenemos el mandato de los países miembros, pero … el debate de la marihuana está abierto y va producir cambios en el corto plazo".
En medio de todo esto, es una verdadera lástima que el muy carismático papa Francisco cuente con una buena asesoría en materia de políticas de drogas y en su reciente visita al Brasil haya dado declaraciones sobre el tema basado solamente en el espectáculo lamentable de la drogadicción y el crimen en las favelas. Un buen asesor del papa le habría explicado que la crisis de las favelas es también el resultado de la guerra perdida contra las drogas. Sólo una regulación responsable como la que podría ponerse en marcha en el Uruguay si se aprueba el proyecto de ley sería el primer paso serio para comenzar a atacar el narcotráfico y el consumo problemático de las drogas.