"Elkin Ramírez, no te mueras nunca": Juanes

"Elkin Ramírez, no te mueras nunca": Juanes

El líder de Kraken, la banda fundacional del heavy metal en Colombia, tiene en peligro su vida por culpa de un tumor en el cerebro. Sus fans, encabezados por Juanes, imploran que su voz no se apague

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julio 16, 2015

Tenía 19 años y estaba frente a una masa enfebrecida que sólo quería escuchar canciones de Led Zepellin. Tomó el micrófono y, al ver el coliseo de su colegio repleto de gente, se le atragantó la voz y recordó el camino que lo había traído hasta allá. Manrique en los sesenta era un barrio encriptado en una montaña, de casas y calles amplias por donde era habitual ver a los niños jugar. Elkin Ramírez era el más bullicioso de todos. La mamá tenía que ir a bajarlo de los árboles más altos en donde se subía a mirar los nidos en donde incubaban sus huevos los pájaros que abarrotaban los atardeceres de Medellín.  Sus papás no sabían cómo controlarle esa hiperactividad. Así que su padre pensó que una buena dosis de arte podría servir para calmar al muchacho.

Primero lo había intentado convertir en un gran pintor, lo puso ante una hoja en blanco y el niño, torpe, inseguro, nervioso, trataba de convencer a punta de trazos desordenados al señor de rostro adusto que se había propuesto convertirlo a él, Elkin Ramírez, pelo rubio, ojos negros, nueve años, en un gran hombre. Para la pintura, a pesar de que tenía talento, no estaba hecho así que apareció el ajedrez y las ganas de su padre en convertirlo en el próximo Bobby Fisher; pero qué va, los acetatos que el señor le llevaba, esos en los que venía el rostro de Herbert Von Karajan dirigiendo una orquesta y que decían arriba el nombre de Mendelson, de Beethoven, de Rimsky-Korsakov, le llamaban más la atención. Así que se puso a escuchar música clásica mientras su padre se iba a un rincón de la casa a seguir escuchando esos tangos que alborotan la tristeza.

Una tarde, cuando tenía 10 años, acompañó a su abuela a reclamar la pensión. Después de hacerlo se metieron a una tienda de discos. La señora husmeaba entre las carátulas de Agustín Magaldi y Julio Sosa, mientras el niño se encandilaba con los colores sicotrópicos que emanaba una carátula del grupo Kansas. Le pidió al dueño de la tienda que se lo pusiera y ahí lo escuchó en unos audífonos. Al ver la concentración de su nieto, la abuela le preguntó qué estaba escuchando. Se puso los audífonos y lo que escuchó la señora fue tan bonito que sin pensarlo le compró el álbum al niño. Ella, sin saberlo, había creado a 'el titán del rock nacional'.

Los muchachos del colegio esperaban que Elkin empezara a tocar Escalera al cielo. Elkin se le acercó al guitarrista y le dijo que esperara un momento, que necesitaba recuperar el aliento. Empiezan los acordes que inmortalizaron a Jimmy Page y la masa se mueve como si fuera una sola cabeza. Empieza la canción y para no morirse del susto lo mejor es seguir recordando.

Los libros se apilaban en su mesa de noche. Papá se había ido lejos, él tiene 13 años y el único contacto que tenía con el viejo eran esos volúmenes gruesos que enviaba desde Estados Unidos en donde venían los nombres de Picasso, de Klimt, de un tal Jack Kerouac. Y la música, siempre la música. A mediados de los setenta los muchachos de su generación escuchaban a las hermanitas Calle y bailaban sus fiestas a punta de Los Graduados, mientras él se acorazaba en su cuarto, poniendo en el tornamesa algún disco de Boston, Pink Floyd o cantando a grito pelado ese blues que siempre lo ha puesto eufórico: Since I've Been Loving You en la voz de su ídolo, el gran Robert Plant. Si bien su padre lo inició en sus pasiones literarias, el estar solo con su madre en la espaciosa casa le permitía tener la paz que necesitaba para fundirse en los sueños de ser, con el tiempo, una estrella de la música.

Elkin sabía que esa noche en la presentación en el coliseo del colegio se jugaba el pellejo. Su padre lo hubiera mantenido en caso tal de que se hubiese decidido por ser ingeniero o médico. Nada como decirle a los amigos que tu hijo, el que todos creían que sería una oveja negra, estuviera estudiando una carrera decente en la Universidad de Antioquia. Pero esto del rock rayaba en la perversión y el satanismo. Medellín en los setenta era un pueblo grande cuyo personaje principal era el obispo. Pero el que sería con los años el legítimo padre del metal en Colombia, se impondría y ahí estaba, con el pelo largo y la chaqueta de cuero, a punto de cantar ese primer verso hermoso que dice There's a lady who's sure all that glitters is gold cuando, encandilado por las luces y los nervios, el cantante se tropezó y se fue de bruces contra el público. Como pudo se repuso, intentó volver al escenario pero no había nada que hacer;  la gente se reía, el concierto estaba arruinado.

La vergüenza de esa noche terminó el 22 de septiembre de 1984 cuando en el desaparecido teatro Lux de Medellín, Hugo Restrepo y Jaime Tobón, rasgando las guitarras, Gonzalo Vázquez, masacrando la batería, y Jorge Ateortua, acariciando el bajo, tocaron por primera vez. Entonces la ciudad se dio cuenta que Kraken  representaba la inconformidad de una generación a los banales y satánicos años ochenta. Las baladas de la época, atosigantes como una malteada de bocadillo veleño, tenían su contrapeso en canciones como Todo hombre es una historia, duras, implacables y que dejaban ver el vacío existencia de los jóvenes que habitaban una ciudad que se rompía en pedazos.

Un año después empieza a tejerse la leyenda cuando Kraken gana la Batalla de las bandas. Desde entonces han sido inmunes a lluvias de piedras, como la que recibieron en 1987 en el teatro Carlos Vieco, cuando un grupo de punketos los atacó en los años en los que la violencia de las pandillas de Medellín se trasladaba a los simpatizantes de géneros musicales.

Como pasa con cualquier mito, Elkin Ramírez no ha escapado a las especulaciones. Sobre él se ha dicho que lideraba una secta satánica en Kennedy, que se había sometido a una cirugía en Suiza para blindar sus exigidas cuerdas vocales, que andaba en limusinas rodeado de guardaespaldas y que llegaría a ser el reemplazo de Freddy Mercury en Queen. Lo único cierto es que vive en una casa modesta en el barrio Los Alamos de Bogotá, que tiene un hijo treintañero y dramaturgo, que tiene lecturas que van desde Lobsang Rampa hasta Jean Paul Sartre y que está enfermo. A sus cincuenta y tres años 'el titán del rock nacional' lucha contra un edema fibroso que le han encontrado en su parietal izquierdo. El viernes 17 de julio será sometido a una operación de la cual dependerá su vida. Por eso sus fans, encabezados por Juanes, le ruegan al universo que el maestro Elkin no se muera nunca.

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