Para que pueda ser he de ser otro,salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo
los otros que me dan plena existencia. Octavio Paz.
En el ámbito de la cultura han surgido múltiples subculturas que esperan un reconocimiento político y social por parte de la sociedad. El reconocimiento en la sociedad debe comenzar por fundarse sobre la base del reconocimiento de la existencia de la pluralidad en el sentido de intuir las diferentes racionalidades que circulan en el mundo de la cultura. La sociedad contemporánea debe fundarse sobre el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad y no sobre el reconocimiento y legitimidad de los valores únicos y tradicionales donde el reconocimiento y legitimidad del orden social está configurado sobre la base de una racionalidad que proscribe, censura o excluye otras subculturas que históricamente ha intentado ocupar un espacio en la sociedad y habitar el mundo como seres humanos y no como individuos marginados donde no se reconocen ni se toleran sus valores, política o socialmente. El reconocimiento de una sociedad como una sociedad pluralista es un acto político donde se institucionaliza el reconocimiento de las múltiples subculturas como una sociedad heterogénea en sus ethos donde se reconoce la diferencia, las otras racionalidades, cosmovisiones y la identidad de un grupo social donde la verdadera identidad cultural está mediada por el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad, esto es: las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales. Se hace necesario formular para la sociedad una ética de la diferencia, de la pluralidad en tanto que el reconocimiento de la diferencia esté fundado sobre el reconocimiento de la pluralidad. Un reconocimiento del otro dentro de sus propios valores, su concepción del mundo y la vida, implica asumir una compresión más sensible y humana de las cosas, una sensibilización y humanización que sólo es posible a través de la inmersión en la cultura, ese espacio mental y físico que nos conecta lúdicamente con el mundo y lúcidamente nos acerca hacia una valoración de la racionalidad del otro. En la diferencia se reconoce la pluralidad. En la pluralidad se reconoce la cultura. La sociedad ignora o desprecia a los grupos sociales que no están dentro de la esfera de los códigos morales, la lengua o la ideología dominante. Esa visión unidimensional de la sociedad es una visión deshumanizada. Una visión dogmática y autoritaria o totalitaria de la sociedad porque niega las raíces de su propia cultura o el desarrollo de esa misma cultura con relación a las necesidades o cosmovisiones particulares de determinadas subculturas.
Ahora bien, reconocernos en la diferencia es reconocernos en la tolerancia esa facultad humana que permite a los individuos acercarse sensiblemente a la esfera cotidiana del otro. La sociedad contemporánea postmoderna es fundamentalmente una sociedad de la diversidad o la pluralidad cultural, de la puesta en escena de las diferentes expresiones del arte y la cultura donde se mezcla lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo barroco, es decir, es una cultura híbrida donde se ensamblan como en una especie de collage lo impresionista y lo expresionista, lo cubista y lo surrealista, lo figurativo y lo hiperrealista. La sociedad postmoderna es una sociedad de la pluralidad en donde no se erigen verdades absolutas en el conocimiento de las ciencias humanas en tanto que la verdad se relativiza y cada área del conocimiento tiene su parte de verdad. En la sociedad postmoderna las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales encuentran su espacio mediante una "toma de la palabra" como diría Vattimo y entrar en el escenario no sólo de la sociedad sino de la historia exigiendo sus derechos como los grupos sociales que durante décadas estuvieron al margen de la sociedad. Es una lucha por el reconocimiento por la dignidad y el respeto por la diferencia. Los homosexuales marchan por las calles de París junto con las lesbianas en Dinamarca, Berlín o Bogotá. Los negros se rebelan contra el Apartheid en Sudáfrica. Los indígenas de Chiapas se levantan en una insurrección armada en México. En la sociedad postmoderna hay un intento por realizar un reconocimiento a los valores de la diferencia, la pluralidad y la tolerancia. Hay un proyecto político por realizar una sociedad más abierta donde nos reconozcamos en la diferencia dentro de una pluralidad cultural en los límites de la tolerancia que haga posible una existencia más digna y solidaria dentro de una dimensión cultural universal en tanto somos habitantes del mundo.
La cultura postmoderna ha entrado en una esfera de vasos comunicantes que ha propiciado que los medios de comunicación reflejen ese aspecto de la cultura como quiera que en la radio se oye una música que tiene una diversidad de ritmos y fusiones. Una música crossover, esto es: reggae, jazz, tecnopop, pop, rock, tropical pop, etc. Hay una diversidad de sonidos electrónicos a través de sintetizadores que caracterizan una radio postmoderna. La planetarización del mundo conduce a las sociedades a abrirse económicamente y culturalmente a otras culturas donde la cultura propia se enriquece con la cultura ajena, lo que permite no ver realizada la cultura en detrimento de otra. No hay epicentros desde donde se realiza la historia en contra de otras historias sino que la cultura y la historia de dan dentro de una multiplicidad de racionalidades donde hay diversos dialectos y valores y se tiene conciencia de su carácter contingente. Vattimo lo denomina como una "liberación de las diferencias" que los medios de comunicación, las mass media ha originado en la sociedad postmoderna, lo que hace que en el escenario de la cultura hayan surgido múltiples subculturas como resultado de la multiplicación de la comunicación. En la perspectiva de una sociedad pluralista en lo político, la sociedad debe proponerse una salida política negociada al conflicto armado donde se efectúe un reconocimiento de los grupos beligerantes en su acción político militar como fuerza política que intenta, por la vía armada, la toma del poder político para la transformación de la sociedad. En la perspectiva de una sociedad tolerante en lo social, la sociedad debe proponerse la legalización de la droga, el aborto, el derecho a morir dignamente, etc. El reconocimiento de la diferencia en la pluralidad y la tolerancia debe tener en la sociedad una función social, materializarse en la esfera de lo político, lo cultural y lo social, cubrir todas las esferas de la sociedad, es decir, debe legitimarse en la vida cotidiana de los individuos y en la vida institucional de la sociedad, de lo contrario es un discurso que no tiene una función social, una abstracción teórica sin fundamento en el orden social. Ahora bien, un reconocimiento de la diferencia y la pluralidad no trae necesariamente una liberación política de la sociedad pero una liberación política de la sociedad debe pasar por la posibilidad concreta de abrir un espacio en la sociedad a los grupos sociales que intentan una reivindicación social, una liberación de las discriminaciones.
Los espacios que se puedan abrir en la sociedad son espacios posibles que hay que construir y desarrollar para un proyecto político de fomento de la tolerancia. Existe inevitablemente el peligro que esos grupos sociales contestatarios o de contracultura sean asimilados por la sociedad y se vanalice la esencia de sus causas, convirtiéndolas en causas triviales o inofensivas. La figura o imagen del Che Guevara ha terminado convertida en una mercancía, un adhesivo que se coloca en los guardafangos de los buses urbanos, como el símbolo de paz y amor del movimiento hippie y ciertos movimientos insurgentes convertidos en oscuros partidos políticos institucionales tradicionales. La incorporación a la sociedad civil exige que los grupos sociales cambien su lenguaje político y sus símbolos y entren en la corriente dominante de la legalidad imperante. Allí se estaría transgrediendo la pluralidad en la diferencia y la tolerancia. La tolerancia es el respeto por la diferencia; una opción política étnica, racial o sexual diferente a los códigos del orden social, al estado de cosas existentes, a las costumbres o tradiciones, etc. En la tolerancia se funda la diferencia. En la diferencia se funda el reconocimiento. Una sociedad emancipada políticamente tendrá la opción social de construir espacios de pluralidad de reconocimiento de sus propias diferencias en relación con otras culturas. Se hará posible un enriquecimiento cultural en la medida que permita la libre circulación de las ideas y las corrientes del conocimiento humano en el ámbito de lo social. Habrá una universalización de las diferentes perspectivas sobre el mundo y la vida que enriquecerán las diversas expresiones del pensamiento humano. Un diálogo fraternal y lúcido con otras culturas. Una apropiación de los diversos universos que contiene la cultura. Una sensibilización frente a la cultura propia y ajena que contribuirá a reafirmar la propia identidad dentro de una pluralidad. Una sociedad más universal con individuos más universales situados en el mundo. Una universalización de la vida donde la sociedad se reconoce en diversas culturas que ha originado la especie humana. El mundo es una aldea donde crecen los girasoles de Van Gogh. Una universalización de la cultura que tiene que afirmarse también con un sentido de pertenencia a un lugar de la tierra, desde donde se afirme lo propio frente a lo ajeno, pero sin dejar de abrirse a lo ajeno para que se afirme lo propio sin que lo ajeno domine a lo propio sino que lo enriquezca y lo universalice. Una cultura que se apropia de sí misma para conjugarse con otras, asimilándola y decantándola en sus propias fuentes originarias. Una sociedad que haya alcanzado estos niveles de desarrollo de la cultura será una sociedad más tolerante y por lo tanto, más humana en su interior, en sus relaciones cotidianas en relación con sus propias diferencias. Una liberación de las diferencias en la sociedad propicia el reconocimiento de los grupos sociales que también propician la cultura, y al propiciarse la cultura se establecen los fundamentos teóricos para la formulación de una ética de la diferencia. Una ética de la diferencia cuyos principios rectores son la valoración de la dignidad de los individuos donde la diferencia de pensar distinto de los demás se eleva también a la categoría de derechos humanos. Pensar distinto, lo otro, también es una opción, un ejercicio de la libertad y de la imaginación. La imaginación también como el derecho a pensar la vida de otra manera y a vivirla utópicamente. Creemos que la formulación de una ética de la diferencia es una ética válida para toda sociedad, independientemente de su ordenamiento político-económico. Los individuos no se pueden homogeneizar como rebaños. En la diferencia está la libertad. En la libertad está la pluralidad. La dignidad del otro no puede estar fundada sobre presupuestos morales o ideológicos para que haya un reconocimiento de la diferencia. En Cuba, después del triunfo de la revolución, los homosexuales fueron marginados de la sociedad como leprosos y otros fueron fusilados en nombre de la revolución que quería construir un "hombre nuevo". Fueron acusados de contrarrevolucionarios. Ni siquiera la más digna y sagrada condición de escritores y poetas fue respetada por un régimen intolerante en relación a la orientación sexual de sus militantes críticos de la revolución. En Nicaragua, después del derrocamiento de la dictadura somocista, los indígenas miskitos se resistieron de ser incorporados "de facto" a los nuevos ideales y economía del sandinismo. La comunidad indígena defendió el reconocimiento de su cultura y de sus territorios. Los ejemplos en América Latina son infinitos. La intolerancia humana no tiene límites. En la diferencia el hombre se reconoce igual a otros porque los hombres estarán en las mismas condiciones de igualdad social en términos de reconocimiento. Este reconocimiento de la otredad es un reconocimiento de sí mismo en tanto que el otro se reconoce en mí y a su vez en mí se reconoce el otro, y sólo cuando la sociedad se reconoce a sí misma en su diferencia puede reconocer a los otros en su propia diferencia. En esa perspectiva hay que subrayar que ampliar el espacio social en el que pueda darse la otredad, establecer y mantener un pluralismo múltiple y amplio, parece por el contrario que exige que inculquemos principios universales de tolerancia y respeto y que estabilicemos las instituciones que aseguran los derechos e impone límites. De otro modo, ¿cómo se combina la tolerancia de la diferencia con las exigencias de vivir juntos bajo normas comunes? 1 La identidad de los individuos y de la sociedad tiene su base en el reconocimiento mutuo. La sociedad hace un reconocimiento y los individuos hacen un reconocimiento de la sociedad que los reconoce y ese reconocimiento de individuo - sociedad fomenta la tolerancia; la estabilidad de las instituciones, la profundización y consolidación de las libertades civiles, una reconciliación con la vida. La lucha por el reconocimiento de las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales es una búsqueda por la libertad y la igualdad de la realización humana sobre la base de la diferencia. Ahora bien, ese reconocimiento social tampoco puede ser un reconocimiento en abstracto, es decir, que se limite a permitir la existencia de la pluralidad. La sociedad debe resolver las necesidades básicas de los individuos, las condiciones materiales de existencia. Las necesidades espirituales o simbólicas. A medida que la sociedad se desarrolla van surgiendo nuevas necesidades y nuevas formas de satisfacer esas necesidades. Una nueva teoría de las necesidades debe crearse sobre la base del desarrollo humano y social. Las necesidades son históricas y culturales. La única necesidad alienada que crea la sociedad es la necesidad de dinero y esta determina la satisfacción de todas las demás necesidades. En esa perspectiva hay que subrayar que la sociedad debe resolver su más fuerte contradicción: la producción social y la apropiación privada, esto es, que no se producen las cosas socialmente si no que se producen para quien pueda adquirirlas mediante el dinero. No por una vía coercitiva sino humanamente regulada por la sociedad. Un reconocimiento social implica un reconocimiento de la existencia digna que los individuos aspiran y por la que luchan y mueren. ¿La sociedad fundada bajo estos presupuestos de reconocimiento es una sociedad utópica?
El hombre tiene necesidad también de crear una sociedad de la utopía. La utopía como el principio o ideal del hombre por construir una sociedad mejor, más justa y humana. Una sociedad que no crea una sociedad de la utopía en prospectiva es una sociedad que está condenada a los dogmatismos y a una dictadura de la vida. La utopía es el ejercicio de la libertad y de la lucidez del hombre. La sociedad de hombres de "espíritus libres" es la más hermosa utopía a comenzar a imaginar.
Referencias
1. McCarhthy, Thomas. Ideales e Ilusiones. Ed Tecnos. Madrid, 1992, Pág. 126