Por el derecho a mochilear con vagina

Por el derecho a mochilear con vagina

"En homenaje a Marina y María José, las mochileras argentinas asesinadas en Ecuador"

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga
marzo 02, 2016
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Por el derecho a mochilear con vagina

El lunes 29 de febrero del 2016, para mí, no fue una fecha que pasó por el calendario como una más. Durante todo el día se cruzaron por mi cabeza las imágenes del rostro de dos muchachitas, una rubia y una morena, a quienes ni siquiera conocí. Sin embargo, tengo claro el porqué de esta situación: fue debido a que, más allá de que nunca compartí tiempo con ellas, las sentí muy cercanas, como consecuencia de que los tres teníamos un gusto en común: viajar por el mundo.

Sé que ambas eran argentinas, y que una de ellas se llamaba Marina y la otra María José. También, gracias a los medios de comunicación, pude saber que Marina tenía 22 años y María José 21. Sé, además, que a ambas las fue a buscar la muerte a Montañita, Ecuador, porque la muy infeliz no respeta las fronteras ni el tiempo. ¡Nos llega adonde se le da la gana y cuando quiere!

Conocí estos datos básicos, y otros más, porque la noticia de la muerte de las dos jóvenes llegó a mí desde el hermoso país que divide al mundo, con el café de la mañana, que de un sorbo, como la misma noticia, entró a mi cuerpo y causó en mi sistema nervioso una alteración importante. La noticia me dejó perplejo. Por eso, ahora, he decidido sentarme a presionar las teclas de la computadora, con mi alma colmada de impotencia y dolor.

En un mundo infectado con un virus horrendo, conocido con el nombre de machismo, es prácticamente imposible pensar que un par de mujeres que deciden emprender un viaje solas, como el que realizaron Marina y María José, no sean llamadas putas o locas por la sociedad prejuiciosa. Lamentablemente, todavía, algunos creen que una mujer libre, como Marina o María José, no es más que una chica que no se cuida y quien, probablemente, pueda terminar sus días de la misma forma en la que terminaron los de ellas: asesinadas por un par de criminales miserables. Al parecer, para los habitantes de este planeta infame, es más censurable el hecho de no cuidarse que el acto mismo de atacar al prójimo.

Cuando dos hombres deciden viajar por el mundo, sin más posesión física que una mochila que les cuelga de los hombros, nadie cuestiona su integridad ética o moral. A ellos se les llama aventureros y, usualmente, son apoyados por sus familiares y amigos. Todo lo contrario ocurre cuando la persona que decide cargar una mochila en su espalda tiene como órgano sexual una vagina y no un pene. A ellas, por desgracia, algunos les reclaman por tomar esa decisión “descabellada”; otros, las llenan de miedos; unos más, se burlan de ellas y creen que no van a poder hacerlo; y otros, como yo, las apoyamos completamente para que salgan a llenar su memoria de recuerdos invaluables, únicos y maravillosos.

Por desgracia, hombres y mujeres corremos riesgos al tomar rutas, y esto es debido a una sola razón: la maldad humana no conoce límites. Que las mujeres son más vulnerables que los hombres, en la ruta, sí lo creo, y les pido perdón a las damas que a esta hora me leen, pues lo digo por aquello de que estamos en una sociedad en la que, en lugar de enseñarle a los varones a no maltratar a las mujeres, les enseña a ellas a cuidarse de nosotros. ¡Una locura!

Tal vez esto fue lo que no les enseñaron muy bien al par de chicas argentinas que, según cuentan quienes se las cruzaron a orillas del Océano Pacifico, no eran más que dos personas amables, que vendiendo hamburguesas y ensaladas de frutas, adornaban con una sonrisa el cálido paisaje ecuatoriano.

¡Pero es que ellas no tenían por qué ir por el mundo teniendo miedo de todos los hombres que a ellas se acercaban! ¡Ellas también, como todas las demás mujeres del mundo, poseían el derecho a mochilear, aunque un par de infelices se lo quitaron para siempre!

Escribo esto porque soy un convencido de que este también es un modo, tardío, de despedir a Marina y María José.

@andresolarte

 

 

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