El mapa del Caquetá tiene hoy pincelazos diferentes, el verde amazónico de otros tiempos, se combina con el negro del petróleo y otras tonalidades grisáceas de destrucción y despojo. Las comunidades alarmadas por el lamento ambiental de los departamentos vecinos, aun no conocen la contundencia de los impactos que genera y generará la extracción. Los líderes desprovistos del saber de los procedimientos jurídicos pero con el sentir de la tierra como herencia, indagan, socializan y alertan sobre la destrucción del emporio de riquezas.
No se tiene hoy la cifra exacta, de las cascadas, los nacimientos, en fin, de los recursos hídricos que se encuentran en riesgo, cuáles son las áreas boscosas, los cananguchales y las especies que se perjudican con estos procesos. No hay datos exactos de la fauna y flora, hoy sencillamente hay un desierto de información sobre la negra realidad de la extracción en el departamento.
Del arraigo surgen iniciativas aisladas a favor de la protección, que tendrían más contundencia si lograran articularse y desde la información dinamizarán procesos en bloque que aporten al desarrollo sostenible y al verdadero progreso. Este es el Caquetá de hoy, un paraíso de extracción y un desierto de desinformación que amenaza con acabar los recursos. Este es el panorama de hoy, el reto y el desafío que tenemos a nuestro alcance, es el escenario para el aprendizaje colectivo, para la reflexión comunal y la construcción conjunta del territorio.