Rosario Caicedo llegó a Tuluá para hablar sobre su hermano con la franqueza que permite el paso de los años, ante un recinto a reventar expresó sin ‘tartamudear’, como lo hacía Andrés, que se había matado buscando un refugio porque era un persona profundamente torturada por una serie de problemas emocionales.
Rosario no ahorró elogios para el joven crítico de cine y escritor que marcó una época y aún se niega a morir en la memoria de un pueblo sin memoria, “era brillante y disciplinado para escribir, encontró en su literatura un canal para crear algo muy bello a partir de sus angustias”.
Con naturalidad expresó que el día de su suicidó no ocurrió nada diferente en la vida de Caicedo, “sin ningún tipo de problema o crisis distinta, pues él ya había tenido dos intentos de suicidio anteriormente. Pienso que tenía una profunda tristeza interna y él siempre pensó en la muerte como una posibilidad de encontrar un refugio.
Aunque 40 años después Rosario no quiso ahondar sobre los motivos específicos de esa “angustia, miedo y terror que sentía Andrés”, quien dio luces fue el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, considerado como la persona que descubrió a Andrés como escritor y le dio la primera oportunidad de publicar.
Con su conocido estilo, y ante la insistencia de un periodista, expresó, “en la medida en que el tiempo pasó, seguramente descubrieron que él era bisexual, y entonces no querían que se apareciera y mostrara ninguna de sus facetas”.
Gardeazábal agregó “lo agobiaba el cerco que le hicieron sus mujeres, la manera como lo criaron y educaron en su casa. Finalmente se va a vivir con Patricia, la mujer de Carlos Mayolo, su compañero en el cine. A Patricia la recogieron porque era hija de un amigo del papá, sino tampoco la habrían recibido en esa familia burguesa”.
Finalmente, la periodista caleña María Elvira Bonilla, quien editó con Norma en el 2007 “El cuento de mi vida” y le dio un segundo aire al mito con esa publicación, dijo que Andrés Caicedo fue un escritor totalmente trasgresor de un ‘statu quo’ caleño, con el valor de enfrentar hasta con su propia vida esa sociedad tan rígida y llena de cánones tradicionales.
“Él fue un luchador por la libertad, creo que fue una persona capaz de darle voz a muchos sentimientos que tienen los jóvenes, frente a esa dualidad y esa lucha por encontrar su identidad, por eso siguen leyendo a Andrés, porque es la voz de un joven de 17, 18, 19 años, decidido a no dejarse atrapar por los convencionalismos. El costo fue su vida, pero abrió un camino impresionante” afirmó Bonilla.
La periodista contó que hay en remojo un libro epistolar que está luchando contra la censura familiar “hay muchas cartas brutales contra el papá, contra la familia, sobre la homosexualidad y de pasiones escondidas, porque el escribía muchas cartas en las que era capaz de decirlo todo”.
Rosario cerró el conversatorio en Tuluá con una conclusión contundente, “no me lo puedo imaginar como yo, de 60 años, yo toda la vida me imagino un Andrés joven, no tengo una imagen de un Andrés que haya vivido, porque yo pienso que Andrés desde muy joven supo que él no iba a vivir mucho tiempo”.